‘Sky Doll 4. Sudra’, inesperado y genial regreso

Hete aquí unas líneas que jamás pensaría que iba a escribir. El porqué, muy sencillo, porque después de los años que han pasado desde su última entrega, de los dimes y diretes entre los artistas implicados y de los muchos rumores a que habían acabado como «el rosario de la Aurora», lo último que hubiera cabido esperar es que Alessandro Barbucci y Barbara Canepa dirimieran diferencias, limaran asperezas y decidieran —quién sabe si mediando un jugoso cheque por parte de Soleil— que ya era hora de continuar las aventuras de Noa, ese robot fabricado para el placer que se verá envuelto en una conspiración intergaláctica en la que fanatismo, religión y milagros quedarán entremezclados con aventuras y acción de una forma espléndida.

Habiendo transcurrido una década exacta desde que en 2006 el tercer y último álbum de ‘Sky Doll’ viera la luz, la sorpresa fue mayúscula cuando, a finales del pasado año, se anunció la inminente aparición de este ‘Sudra’, continuación directa de allí donde se dejaron los acontecimientos de la serie con ‘La ciudad blanca’. Considerando tal hecho, el que no es este un punto de partida planteado para captar a nuevos lectores a la manera de las series yanquis, poco o nada se puede revelar del argumento alrededor del cual gira esta cuarta entrega de la serie que, en su momento, calificamos como el mejor exponente posible del «Euromanga». Baste decir que el título hace referencia a un planeta en el que todas las religiones del Universo tienen cabida y que, en él, la Noa controlada por Ágape verá cómo su mundo se pone aún más patas arriba de lo que ya estaba.

Y si el guión sigue ofreciendo iguales sensaciones a las que ya se derivaban de las tres primeras entregas, y la mezcla de géneros —humor incluído— continúa funcionando a la perfección, es en el dibujo de Barbucci y el fantástico coloreado de Canepa donde ‘Sky Doll’ se propone con mayor ahínco dejar epatado al lector que a él se acerque: las planchas de Barbucci están al nivel que cabría esperar del artista de ‘Ekhö’ —serie de la que en breve volveremos a hablar ante la inminente aparición de su quinto volumen— y su consumado estilo, mezcla tanto de influencias niponas como procedentes del mundo de la animación, es sin duda alguna lo mejor, como ya lo fuera hace una década, de una cabecera de la que, confiamos, no tengan que pasar otros diez años para que aparezca de nuevo por estas líneas.