En una época en que astronomía y astrología se confunden y la Inquisición sospecha por igual de santos y de herejes, un Nostradamus ya muy anciano y atormentado por sus visiones envía al mundo a tres de sus discípulos: Angelique Obscura, Angulus Dante y Arthus Trivium, a impartir justicia. Porque Nostradamus, que como médico se había enfrentado incansable a la peste que asola Francia en el siglo XVI, es consciente de que “aun existe algo peor que la pandemia: los desalmados que trafican con el dolor y el miedo de las personas”.
En la historia se entrelazan varios hilos argumentales que le imprimen mucho ritmo: unos tienen que ver con el pasado del maestro, que vuelve a él en forma de búho y gato, los que le regaló a sus hijos antes de que murieran. Otros están relacionados con sus discípulos, embarcados en distintas misiones, que les llevan a enfrentarse a quema de brujas, a obispos desalmados, a nigromantes… En definitiva, a seres a caballo entre vivos y muertos. Como ellos mismos dicen, “no es la primera vez que desciendo al infierno”. El problema es que, para muchos, el infierno se encuentra en esta misma vida.
Y en tercer lugar, otras historias están relacionadas con el propio presente que viven los personajes: la Francia de 1565, que sufre no sólo brotes de peste sino las interminables guerras de religión, entre católicos y protestantes (hugonotes). El contexto es importante, porque arrastra y condiciona la vida de los protagonistas. Hace diez años que Nostradamus había publicado sus Profecías y cuatro del vaticinio de la muerte del rey, Enrique II. Ello le valió la desconfianza de la Inquisición pero la admiración de la reina, la todopoderosa Catalina de Médicis, y de su hijo, el futuro Carlos IX, que quiere conocer también las visiones del maestro para su reinado.
Los artífices de la obra, Juan Luis Landa y Raule, Raúl Anisa Arsís, ya habían trabajado en historias de aventuras, intriga y cine negro. Con un dibujo precioso, vivo, repleto de matices y de detalles que enriquecen la recreación del siglo XVI, de una época en que la gente prefiere a los brujos que a los científicos, entremezclan varias historias y enigmas “que ni la religión ni la ciencia pueden resolver”. Nostradamus y sus discípulos necesitarán algo más que un sello del rey para sobrevivir a la muerte, que los acecha disfrazada bajo mil formas distintas.