El mundo se divide en Oriente, Occidente y Rusia

por Tata | 18 de julio de 2018
“El mundo se divide en Oriente, Occidente y Rusia”. Esta reflexión de André Malraux a principios del siglo XX ya revela un interés sobre el papel desempeñado por Rusia en la cultura y en la geopolítica contemporáneas. Atención y conocimiento que se ha multiplicado a lo largo de 2017, año del centenario de la Revolución de Octubre y que ha suscitado la publicación de libros y cómics que abordan diversos aspectos de la historia de este país.

Unos abordan temas históricos, como La muerte de Stalin o La revolución rusa, algunos con un objetivo claramente propagandístico como la Historia de la Santa Rusia. Otros lo eligen como escenario para las aventuras de sus protagonistas, como Sherlock Holmes o Corto Maltés. Pero, en común, la expectación que despierta este gigante que en Europa sentimos a veces tan lejano, a veces tan próximo. Porque Rusia es un país exótico, inabarcable, desconocido, que provoca a veces desconfianza, a veces familiaridad, porque su literatura, sus compositores, sus pintores, sus ballets… forman parte de nuestra cultura. Y sus paisajes, a la par románticos y siniestros, desde la estepa nevada del transiberiano a la estética soviética de los años más duros del estalinismo están en nuestra retina y ahora son recreados con maestría en las páginas de estos títulos.


Rusia en el tiempo
La historia contemporánea de Rusia cambió el curso de la Historia. Una historia intensa, sin precedentes, sin analogías en el largo devenir histórico, pero siempre dramática. Unos acontecimientos que no dejaron ni dejan indiferentes al resto del mundo. Fabien Nury y Thierry Robin se confiesan apasionados de la historia rusa y se complementan a la perfección para recrearla. Juntos, han reproducido acontecimientos de gran complejidad como la creación del Ejército Rojo y han elegido detenerse en momentos especialmente delicados, como son los cambios de regímenes políticos.

Muerte al zar recoge el asesinato de los Romanov y, con ellos, la caída del último absolutismo que cuajó en Europa y que resultó ser también el más duradero. Porque el zarismo fue el único régimen autocrático que llegue instalado en el poder hasta el siglo XX. En este sentido, la toma del Palacio de Invierno significó el ocaso del Antiguo Régimen y el comienzo de una nueva época.

La muerte de Stalin, por su parte, alude a otro momento crítico, cuando “el Sepulturero de la Revolución”, según su enemigo Trotski, fallece en circunstancias nunca del todo aclaradas, en marzo de 1953, oficialmente por una hemorragia cerebral. Se desencadena rápidamente un conflicto de intereses, conspiraciones y luchas por el poder entre los miembros del Comité Central: Beria, Malenkov, Khruschev, Mikoyan, Kaganovich, Bulganin, y Molotov. Cada uno con sus ambiciones y sus miedos y perfectamente identificables en los dibujos. Unas caricaturas de gran expresividad que ofrecen la imagen de una realidad más profunda y reflejan el clima de desconfianza y de terror. Por gracia o desgracia, "el nombre inmortal de Stalin vivirá para siempre en el corazón del pueblo soviético" y este cómic constituye una excelente recreación del final del hombre, del mito y de una época, con sus luces y sus sombras.

Y en medio de estos dos acontecimientos, la muerte del zar y la de Stalin, La revolución rusa. Una revolución y una guerra civil que cambiaron el rumbo de la Historia y de los que nadie pudo prever el desarrollo. ¿Qué papel jugarían cada una de las facciones políticas en lucha? ¿permitirían los bolcheviques elecciones libres? ¿las ganarían? ¿quién establecería las reglas del juego? ¿qué otros intereses había? ¿sería posible la instauración de un modelo socialista o era simplemente una utopía? En cualquier caso el pueblo ruso creyó en ella y pasó de la dictadura zarista a la dictadura proletaria. Esta edición incluye un dosier didáctico que explica con detalle los hechos históricos de este período.

Asesinatos, conspiraciones, arrestos, deportaciones…. Estos cómics nos proponen una relectura de los acontecimientos, donde realidad y ficción, esoterismo, misterio y venganzas se mezclan y se vuelven inseparables. La licencia histórica, basada no tanto en la exactitud como en la verosimilitud, donde está muy bien representada la estética soviética, de gigantescos edificios, uniformes, entre el ejército y los popes, las insignias, las banderas con la hoz y el martillo, captan la atmósfera típicamente rusa y denotan un ímprobo trabajo de documentación.


Rusia como escenario
La geografía tan particular de Rusia se ha convertido en el escenario idóneo para las aventuras de todo tipo de personajes, que siguen la estela de los grandes mitos de la literatura como Stevenson, Joseph Conrad y, sobre todo, Julio Verne. Su elección de Siberia como marco para la novela de Miguel Strogoff no parece casual, sino que remite a acontecimientos de actualidad en aquél momento. A pesar de que, intencionadamente, se eliminan todas referencias al zar, Alejandro II, coinciden con su reinado las operaciones militares en Asia Central, buscando la expansión hacia Oriente, hacia los emiratos tártaros y la colonización de Siberia. Así, la novela sirvió para situar en el mapa unas tierras ignotas, más cerca de la leyenda que de la realidad, en un momento en que el tren comienza a abrirse paso a lo largo de miles de kilómetros de estepa para conectar las principales poblaciones siberianas, cruzando Rusia de este a oeste.

En el interesante volumen ilustrado por Raúl Allén observamos paisajes apenas cruzados por cables telefónicos y el caballo o carromato como único medio de transporte aún, antes de que el Transiberiano extendiera sus raíles a lo largo de este país en expansión que necesita una salida al mar por el este.

También Sergio Colomino y Jordi Palomé trasladan la acción de Sherlock Holmes e Irene Adler de Barcelona a la Rusia de 1891. Es uno de los grandes personajes femeninos de la mitología de Sherlock Holmes, por mucho que Conan Doyle solo la mencionara en un relato. En este caso, Holmes será requerido por Londres para salvar la vida del zar y evitar un conflicto que podría destruir el precario equilibrio de poder entre Rusia e Inglaterra. Avanzando el tiempo, tras la II Guerra Mundial, Pavel, el protagonista de Little Tulip, sobrevive en un gulag, gélido y violento, donde amanecer a un nuevo día es un auténtico milagro. En Amarga Rusia se recupera uno de los territorios más conflictivos con los que ha tenido que luchar el gobierno ruso en su historia más reciente: Chechenia, cuando la disgregación del que había sido un inmenso Imperio empezó a ser imparable. Este enfrentamiento armado es el punto de partida para un guión excelente, con un ritmo trepidante, intenso y emotivo, donde cascotes, edificios destruidos, cadáveres…. se acaban convirtiendo en un alegato contra la guerra.

Rasputín, un viejo conocido
En las páginas del clásico de 1974 Corto Maltés en Siberia encontramos a un enigmático personaje, muy cercado a la familia del último zar, Nicolás II, y preferido de la zarina que es recuperado por Hugo Pratt para convertirlo en compañero de aventuras de Corto Maltés. Se trata de Rasputín, que apareció por primera vez en el cómic en 1967, en La balada del mar salado, incluso antes que el propio Corto Maltés y desde entonces sus destinos han permanecido unidos a lo largo y ancho del mundo, a pesar de que no trabajan juntos. Cada vez más aventurero y menos asesino, Hugo Pratt lo coloca de forma recurrente junto a Corto Maltés.

En esta reedición, la acción transcurre a lo largo del transiberiano, en el año crítico de 1918, cuando las guerras y las revoluciones se extienden como la pólvora. El personaje de Rasputín está inspirado en el monje ruso Grigori Rasputín, que vivió entre 1869 y 1916. Un tipo peculiar, con fama de visionario, disoluto, sanador, místico… que consiguió acercarse a la familia Romanov, siempre en tensión por la salud del pequeño zarévich, que era hemofílico. Y consiguió no se sabe si con su sabiduría o malas artes sanar al pequeño en una crisis, hacerse con la confianza, y quién sabe si algo más, de la zarina Alejandra y ejercer una enorme influencia en los círculos de poder más altos. Su vida, pero también su muerte, fueron controvertidas y han dado lugar a todo tipo de especulaciones.


Cuando el cómic se convierte en propaganda
Indagar en la historia del cómic es un trabajo apasionante que nos conduce a joyas como
esta Historia de la Santa Rusia realizada por un excelente ilustrador como Doré, de la editorial El Nadir, que está reeditando obras de principios del siglo XIX. Doré no sólo trabajó en grabados para ilustrar obras clásicas de la literatura universal como Don Quijote, El paraíso perdido, La divina comedia, etc. Antes de hacerse famoso con sus grabados, intentaba abrirse camino en los periódicos de la época, publicando caricaturas y viñetas humorísticas. También estuvo muy implicado en la política de su tiempo. Por ejemplo, realizó una colección de dibujos con caricaturas de los diputados de la Asamblea Nacional en Versalles en 1871, con frases escritas al pie de la imagen como pronunciadas por el personaje.

También en la Historia de la Santa Rusia despliega sus dotes como caricaturista y narrador, apoyando el tono de burla general de toda la obra. Concebida en 1854, en los albores de la guerra de Crimea, Doré se embarca en el ambicioso proyecto de contar, a lo largo de más de 100 páginas, la historia del Imperio Ruso, en clave paródica y burlesca, a través de exageraciones, juegos de palabras y dobles sentidos.

La obra utiliza viñetas acompañadas de texto para contarnos una visión deformada y cruel de la historia de Rusia, en la que domina la violencia en todas sus formas y en todos sus estratos, desde los gobernantes al pueblo ruso que, evidentemente, no pretende ser una representación fidedigna de Rusia, sino lanzar un mensaje propagandístico a favor de la política francesa con la intención burlarse del enemigo, a través de tópicos.

Pero Rusia es mucho más que un reflejo simplista de un adversario político. Es un país heterogéneo, capaz de los mayores contrastes; de la belleza de ciudades como la de San Petersburgo a la monotonía de la estepa; del colorido de los iconos y sus iglesias al blanco inmaculado de la nieve que lo cubre todo; de la riqueza inabarcable del Palacio de Invierno a la pobreza insufrible de las almas muertas; de la efervescencia de su vida intelectual… a la muerte persistente de los gulags; de la alegría de la música y los ballets a la tristeza infinita de las deportaciones masivas; de la autocracia de los zares a la de los soviets. Pero siempre un pueblo con infinita capacidad de sufrimiento, de supervivencia, de luchar y de reinventarse a sí mismo. Y estos cómics ofrecen una estupenda oportunidad de descubrirlos.
El copyright de las imágenes de cada cómic o serie pertenecen a las correspondientes productoras y/o distribuidoras.