Argumento
En este tercer volumen, entre muchas otras cosas, Al Capp parodia varias populares películas como Una pareja invisible y Lo que el viento se llevó, o de obras literarias (también adaptadas a la gran pantalla) como Las uvas de la ira. También se presenta a Adam Lazonga, el mejoramante del mundo, que llega a Dogpatch en busca de su sucesor. ¡Y además una épicabatalla entre Mami Yokum y la malvada Mamá Ratfield!Li´l Abner es una de las obras maestras del cómic, y su autor Al Capp es recordado como uno de los dibujantes más extrovertidos, sociables y dedicados a la promoción de su trabajo del siglo XX —durante tres décadas ocupó un lugar destacado en muchos medios impresos fuera de las páginas dedicadas específicamente a los cómics. Capp fue objeto de un reportaje en dos partes en el New Yorker en 1947, apareció en las portadas de Time y Newsweek y fue entrevistado durante once horas nada menos que por Alvin Toffler para el número de Playboy de diciembre de 1965. El creador de Li’l Abner recibió amplia cobertura en Life Magazine y en el Saturday Evening Post, escribió para Atlantic Monthly y publicó material diverso en revistas pequeñas pero populares como Coronet y Pageant, y fue objeto de innumerables artículos de prensa de costa a costa. Li´l Abner es una divertidísima sátira costumbrista centrada en la Norteamérica rural y el eterno conflicto entre la sociedad urbana y la América más profunda. Un conflicto interminable que, a lo largo de la serie vemos evolucionar, de la misma forma que evoluciona la ideología de su autor. Por eso, leer Li’l Abner desde el principio no deja de ser una lección fascinante de la historia de los Estados Unidos durante buena parte del siglo XX, y de su reflejo en gran parte del mundo.Este tercer volumen recopila todas las tiras y planchas dominicales de los años 1939 y 1940 e incluye dos artículos del especialista Bruce Canwell.«Capp era un genio. ¿Quieres discutirlo? Pelearé contigo, y ganaré.» Ralph Bakshi.« Li´l Abner era una tira cómica con fuego en su vientre y un cerebro en su cabeza.» John Updike.
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