Argumento
La estirpe fracasada derriba con humor, ironía y sin concesiones la perfecta fachada tras la que se ocultan cuatro familias de alta alcurnia que no dudarán en hacer lo que sea necesario para conservar su estatus
Según afirma Elisa Riera, “desde siempre tienden a llegarme historias raras, llamativas o extrañas. En La estirpe fracasada las he reunido en un mismo guion, entrelazando mimbres provenientes de mi entorno cercano y creando un compendio de las peores historias que conozco, juntándolas todas en un mismo grupo familiar”. De esta manera, la autora derriba con humor, ironía y sin concesiones la perfecta fachada tras la que se ocultan cuatro familias de alta alcurnia que no dudarán en hacer lo que sea necesario para conservar su estatus. Críticas entre primos, pasados inconfesables, bodorrios infumables, robos de títulos nobiliarios, tardes pestilentes en el viñedo, fracasos matrimoniales e hipocresía, toneladas de hipocresía ilustran las vidas y miserias de este linaje burgués venido a menos.
Después de
El futuro es brillante y
Una laowai en Shanghái, ambas novelas gráficas publicadas en Astiberri, Elisa Riera se centra en la familia como el núcleo último donde no hay límites, ya que, continúa la autora, “el vínculo entre los miembros es tan complejo que hace que se sobrepasen barreras que en otros grupos serían inimaginables”. Con este punto de partida, Riera logra crear la radiografía de una parte de la sociedad que se esconde tras una imagen tan idílica como falsa.
La estirpe fracasada supone también una evolución en el estilo de la autora a nivel de dibujo y coloreado, centrándose en matices más sobrios y una línea más rota y con más detalle, y con viñetas a las que ha dotado de más profundidad. En cuanto al tono de la narración, según Riera, “la propia historia me pedía usar un tono más sombrío e irónico que en mis anteriores trabajos, pero me he dado cuenta, una vez escrita, de que te ríes al leerla en muchas más ocasiones de las que me había planteado inicialmente, y creo que eso ha ocurrido porque al final he usado el tono que utilizo generalmente en mi día a día: desdramatizar la historia explicándola tal cual es, sin aditivos, pero tampoco edulcorantes”.