Argumento
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa. Pese a ser una opinión muy extendida (especialmente entre las madres de hijas en edad casadera), no todas las mujeres piensan lo mismo. A Elizabeth Bennet, por ejemplo, no le gustan los hombres altivos y orgullosos, por muy distinguidos y adinerados que sean. Y para ella no hay mejor ejemplo de esos odiados individuos que el soberbio Fitzwilliam Darcy
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