Argumento
Muchos de nosotros crecimos pensando que amor y dolor eran dos caras de la misma moneda. Eso nos decían las películas románticas de Hollywood y las canciones pop que, en un ataque de masoquismo, elegíamos como fondo de nuestras rupturas. El amor era la respuesta a todas las preguntas, las noches en vela, los dramas, el sufrimiento. Y, así, fuimos de relación en relación, esperando a que alguien nos salvara a saber de qué peligro y nos llevara a saber a qué lugar, y entonces por fin seríamos felices. Hasta que, después de tropezar varias veces con la misma piedra (¿o era una roca?), entendimos que sí, que de amor iba la cosa, pero de amor por nosotros mismos.
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