Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Reseña DMZ Libro 03

Estamos en el ecuador de DMZ. Durante veintitantos números hemos conocido los bandos, los protagonistas y mil y una pequeñas historias que han construido la ciudad de modo mucho más sólido que las maltrechas estructuras de cemento que son testigo de la guerra. Cada historia ponía una piedra más, que Brian Wood y Riccardo Burchielli aprovechaban para contarnos algo más que una historia de ficción, para remover un poco nuestras conciencias. Sin embargo quizá su empeño en este sentido descuidaba el rumbo de una obra que no terminaba de ir a ningún sitio. Han tardado pero DMZ Libro 03 es el momento.

DMZ Libro 03

Guión de Brian Wood.
Dibujo de Riccardo Burchielli, Kristian Donaldson, Nikki Fox y Ryan Kelly.
Cartoné, 416 páginas. Color.
36,50€
ECC Ediciones. 2017
DMZ: Book three USA (DMZ núms. 29 a 44 USA)

Llegan las elecciones a las DMZ y con ellas la figura de Parco Delgado, una suerte de héroe popular revolucionario para ponerle las cosas difíciles a los Estados Unidos y a los Estados Libres. Matty Roth se verá envuelto en el fenómeno de la Nación Delgado en un movimiento que puede resultar de modo distinto al esperado.

Son varios arcos y miniarcos los que componen este tomo, pero la trama de Parco Delgado se llevará el papel principal, no sólo por el cambio que supondrá para la ciudad de Nueva York, sino por el giro que supondrá en la vida de Matty.

Una de las mayores pegas que se le podía poner a DMZ era que pese a lo interesante de los ambientes, personajes y en general todas las ideas que Wood coreografiaba en la zona desmilitarizada, tras más de 30 números USA todavía no se vislumbraba algo parecido aun rumbo para la historia. Wood, Burchielli y un buen puñado de dibujantes invitados han hecho un gran trabajo de ambientación, caracterización e incluso se han trabajado un subtexto nada desdeñable, pero hasta ahora la serie daba la sensación de ser una presentación de 30 números.

DMZ Libro 03 supone por fin un punto de inflexión, un cambio en el status quo y la promesa de un avance y una dirección. Al igual que nosotros como lectores, Matty pulula en un sinfín de aventuras y desventuras, pero casi como un pelele rebotando perdido de una a otra, como si la DMZ fuera una especie de pinball. En uno de estos azarosos brincos, Matty caerá en la Nación Delgado y comprometerá todo por el sueño de esta suerte de Che Guevara gangsta. Ante el juego político prefabricado entre los bandos en guerra, Parco Delgado se alzará como la voz de los neoyorkinos, la gente que vive y sobrevive cada día en la DMZ.

La ambigüedad de Parco nos hace ser un poco Matty, el gran periodista que todo lo ve, pero que en realidad parece ser el único imbécil que no se entera de nada en la DMZ. Al final de este arco y lo que vendrá después, algo parece moverse, Matty deja de gritar que ya es mayor a su madre, a su padre y a Parco y parece tener sus propios planes y criterio, deja de ser ese turista que fue durante tres años y toma parte activa, pero es justo el momento en que todo se tuerce y comienza a aparecer esa sensación de que algo malo está a punto de ocurrir. Los cuatro bandos de esta guerra (Estados Unidos, Estados Libres, Trustwell y Nación Parco) están moviendo fichas y puede que no sean las que preveíamos, puede que ni siquiera estén jugando al juego que creíamos.

Por lo demás, Brian Wood sigue dejando ese discurso subyacente de la política como un juego de tronos desprovisto de ética y dirección desconocida independientemente de los bandos. La verdad es que se echa en falta algo más de profundidad e identidad en cada bando, que parecen despojados de objetivos, orígenes o ideales, apareciendo como fantasmas, poderes en la sombra, que si bien sirve a un propósito dramático en la serie, tiende a rayar la demagogia. Del mismo modo que incide en cómo la dilución de bandos afecta a las tropas en Staten Island, pierde la oportunidad de contar cómo se gestan los Estados Libres o quién y cómo dirige los Estados Unidos.

Quizá el mayor fallo de Wood es que al tratar de centrarse en las personas, en la gente de a pie, trata en exceso de alejar de ellos la política y la guerra cuando son dos partes integrales de ser como son. En cualquier caso, el tapiz que crea en la DMZ es sólido y variado y quizá por eso cuando se advierte una pequeña oportunidad perdida duele aún más.

Las riendas gráfica siguen en manos de Riccardo Burchielli, que parece encontrarse cada vez más cómodo, menos rígido, pero también menos definido. Pese a una menor atención al detalle y quizá un cierto componente de prisa, el conjunto funciona mejor que en los primeros números. Aún así, parece que Wood está por encontrar ese dibujante que termine de redondear sus historias. Burchielli no es un mal narrador, no hay confusión en sus composiciones, pero resulta frío y un tanto básico. Cuando en algún momento hay alguna propuesta con algo de riesgo, termina por quedarse en un casi sin demasiada personalidad.

Tampoco ayuda en este tomo el baile de dibujantes, ya que encontramos arcos a cargo de Kristian Donaldson, Nikki Fox o Ryan Kelly, con lo que la unidad estilística brilla por su ausencia. Como Burchielli, los otros tres dibujantes siguen en la línea de la corrección, pero sin llegar más allá.

DMZ sigue siendo una serie de grandes mimbres y grandes ideas y si bien va ganando enteros número a número en su ejecución final, quizá tarda en cumplir lo que nos promete, pero algo me dice que no se irá sin hacerlo.