Desaparecido 5

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Edición original: Boku dakega Inai Machi VOL.5, Kadokawa Shoten 2014.
Edición nacional/ España: Norma Editorial 2016.
Guión: Kei Sanbe.
Dibujo: Kei Sanbe.
Traducción: Bárbara Pesquer.
Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta (13 x 18,2), 192 páginas.
Precio: 8€.

 

El cuarto tomo de Desaparecido parecía dejar las cosas encarriladas para un pronto desenlace, después de un arco argumental con multitud de giros, misterio y un gran tratamiento de personajes y situaciones que ha hecho de esta obra una de las más interesantes del panorama del manga en los últimos años. Sin embargo, Kei Sanbe da una vuelta de tuerca más a la fantástica historia que ha creado y es capaz de solventar la cuesta abajo en la que podía terminar el argumento tras sobrepasar el ecuador con nuevas motivaciones, nuevos giros de guión y muchos nuevos elementos que mantienen el interés y ayudan a pisar el acelerador de cara a la recta final. Vamos a analizar ahora el quinto tomo de esta genial producción de un Sanbe que se destapa todavía más como un gran escritor de suspense.

Con el anterior volumen la historia pasaba el a la segunda mitad del nudo, a esa parte del argumento en la que todas las cartas deben estar sobre la mesa para terminar de moverlas por el tablero y apuntar al final de la partida. En el cuarto tomo el pilar central de Desaparecido desde el inicio, la incansable actuación de Satoru y sus amigos para conseguir salvar a su amiga Hinadzuki del secuestrador infantil en primera instancia y de los malos tratos de su madre en segunda había tenido un éxito rotundo gracias a la implicación de la madre de Satoru y del tutor escolar, Yashiro, que habían conseguido movilizar a los servicios sociales para que fuese la abuela de Hinadzuki la que se hiciese cargo de ella a partir del momento. No solo eso, sino que gracias a la astucia de Satoru también se había conseguido exonerar de toda culpa a Yuuki, el inculpado original del caso de los secuestros y asesinatos. Con esto, en apariencia, todos los detalles que había que modificar para que el futuro de Satoru se arreglase y el revival finalizase parecían cumplidos, y solo quedaba esperar al cambio de tiempo para recoger lo sembrado.

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Sin embargo, este quinto tomo arranca con la sorpresa de que pese a todo el trabajo previo, el tiempo no vuelve a cambiar, y el Satoru adulto sigue viviendo atrapado en su yo infantil, algo que desconcierta al protagonista. Su amigo Ken’ya, con su habitual perspicacia, nota que algo ocurre, y pese a que está convencido de que se debe a la marcha de Hinadzuki y a la falta de motivación de Satoru al perder a alguien a quien proteger, esto da la pista a Satoru de porqué no ha concluido el revival. Ahora ya no puede regresar al futuro al que pertenece porque los eventos en los que ha intervenido lo han cambiado y sustituido por uno nuevo que se está escribiendo ahora. Sin embargo, algo dentro de él sigue dando vueltas, y es que el verdadero culpable de los asesinatos sigue estando suelto, y pese a que Hinadzuki como objetivo ya parece estar salvada, aun quedan otras víctimas potenciales en el pueblo que merecen ser protegidas. Usando como punto de partida la privilegiada información que Ken’ya tiene sobre un caso similar que su padre, abogado de profesión, defendió en la ciudad vecina, llegan a la conclusión de que el criminal ya ha actuado antes siquiera de lo de Hinadzuki y que sin duda sigue en acción en ese momento.

Tras esa deducción, y teniendo en cuenta las limitaciones que tienen como niños que son, lo único que pueden hacer es centrarse en intentar que ninguno de los demás muchachos del pueblo pasen solos largos períodos de tiempo, que es una de las claves por las que Hinadzuki fue asesinada en primera instancia. De este modo, Ken’ya y Satoru deciden incluir más activamente en su grupo de investigación a Hiromi, su amigo que en el pasado también fue víctima del asesino, y que casi siempre esta solo porque sus padres trabajan. Eliminada esta amenaza, Satoru contacta con Yuuki para saber si sabe de algún otro niño que pase por una situación similar, y este dice el nombre de Aya Nakanishi, que en el pasado original también fue víctima de la serie de crímenes. El gran problema de tratar este caso es que si bien con Hinadzuki e Hiromi la cosa era sencilla porque pertenecían a la misma clase de su colegio, en el caso de Aya, que acude a un colegio distinto, el acercamiento se complica, más aun teniendo en cuenta que ellos son solo un grupo de niños inmaduros (incluso Satoru siendo casi un treintañero atrapado en el cuerpo de un niño) y no saben cómo acercarse a ella. Esto da lugar a una serie de situaciones divertidas que implican al grupo de amigos, a la madre de Satoru, al tutor Yashiro, pero que en ningún momento logran solventar satisfactoriamente la situación. Sin saber qué hacer, Satoru recibe una grata sorpresa que le ayuda a seguir adelante: Hinadzuki ha conseguido que su abuela vuelva a inscribirla en el colegio del pueblo y ahora volverán a ser compañeros y a pasar tiempo juntos.

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Este giro da nuevas fuerzas al grupo que se incrementan cuando la propia Aya acude a la guarida que los chicos usan a la orilla del río y resulta que se empieza a llevar muy bien con otro de los amigos del grupo, Kazu, y empiezan a estar juntos, con lo que el problema de la soledad de Aya también queda resuelto. Con esto, todos los aspectos inevitables del caso parecen quedar cerrados y solo queda desvelar la identidad del asesino, aunque de una manera más relajada ya que no hay aparente peligro. Vuelve a aparecer la figura de Sawada, el periodista compañero de la madre de Satoru, que ha llegado al pueblo investigando el caso de las desapariciones. Pese a no haberse producido en este pasado, Sawada también ha llegado a la conclusión de que el asesino puede estar en ese lugar buscando víctimas partiendo del caso que defendió el padre de Ken’ya. Satoru ata cabos entre esa información y el hecho de que Hinadzuki le ha comentado que Misato, una de las niñas que se metía con ella, ahora pasa mucho tiempo sola, y llega a la conclusión de que es la nueva víctima potencial. Todo parece controlado cuando Satoru sigue a la niña hasta un partido de hockey sobre hielo para vigilar que todo esté bien, pero tras perderla de vista y subir al coche de su tutor, Yashiro, para pedirle que siga a una camioneta sospechosa, la situación da un giro de 180 grados…

Kei Sanbe vuelve a sacarse de la chistera otra maravilla a la hora de estructurar y narrar su historia, dando de nuevo motivos al lector para engancharse a una historia que parecía casi vista para sentencia en uno o dos tomos más. En primer lugar, Sanbe consigue jugar muy bien con la rutina para que el lector no sienta la repetitividad ni deje de sorprenderse, y para ello usa muy bien la estructura general y específica del relato. En primer lugar, después de acostumbrarnos a tener un tomo en el tiempo actual y otro en el pasado (con sus correspondientes pequeños saltos temporales si procedía), ahora Sanbe rompe esa norma no escrita que situaría este quinto tomo en el presente de 2006 para dejarnos un tomo totalmente en el 88, y encima lo justifica magistralmente por los hechos que ha realizado Satoru y compañía en los 4 tomos anteriores. La historia de 2006 que conocíamos hasta ahora ya no existe y Satoru no va a poder, en principio, volver a ella, debido a que sus actuaciones han provocado un efecto mariposa tan grande que todo necesita ser reescrito. De este modo, el lector se encuentra tan sorprendido como el protagonista al principio, para poco a poco ir entendiendo el porqué los revivals tienen pinta de no volver a poder existir (al menos hasta alcanzar el 2006 de nuevo), ir atando los cabos sueltos e inevitables y de repente aparecer en un terreno totalmente desconocido en el que la única variable que permanece inmutable es la existencia del asesino.

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Todo este desarrollo lógico y coherente no solo ayuda a que el lector siga enganchado a la historia, sino que prepara todos los elementos de manera perfecta para el giro, el golpe de efecto final que viene ayudado por esa sensación de andar ahora sobre tierras movedizas cuando en los tomos anteriores Satoru, y por ende el lector, tenía ciertas nociones del pasado que le servían de guía a la hora de prevenir ciertas situaciones y, aun fallando, contar con la red que suponía el revival. Ahora todo eso no existe y el suspense se hace aun más evidente, ayudado también por la manera de narrar del autor, que consigue dejar con la boca abierta en las últimas páginas del tomo con una de las escenas más tensas y terroríficas que se pueden leer. A ello es evidente que ayuda que tengamos ese punto de vista en primera persona, que seamos Satoru en todo momento y no tengamos ni más ni menos información que él. Eso hace que toda la escena final se vuelva aterradoramente realista, y sentir esa tensión e irte dando cuenta de lo que está ocurriendo al mismo tiempo que el personaje es fundamental para lograr desatar esas sensaciones.

También ayuda a ello como juega Sanbe con el tono en todo momento para hacer que nos confiemos. Este tomo es nuevamente bastante coral, con mucho protagonismo del grupo de niños, como si de una novela como It o El cuerpo se tratara, lo que hace que todo tenga un tono naíf, inocente, con mucha referencia a esos valores de la amistad, un ambiente más distendido, que haya hueco para el humor blanco… Además estos aspectos se ven reforzados a raíz de la aparición de Hinadzuki de nuevo, que alegra al lector igual que a los personajes y hace que te sumerjas en una nube que hace pensar que ya está todo bien, que todo está controlado y que solo quedan flecos por resolver. Como reza una frase del propio tomo, el lector piensa en todo momento que el resultado de las valientes acciones de Satoru y compañía no puede acabar en tragedia. Y justo cuando crees firmemente en eso, Sanbe vuelve a estrellarte contra el muro de la cruda realidad que da contexto a la historia y te recuerda que en la vida real no existen los finales felices.

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Un dominio perfecto, una vez más, de todos los elementos con los que el mangaka puede jugar para llevar al lector por dónde quiere y generar una reacción empática en él. Y vaya si lo consigue. En este sentido es, posiblemente, uno de los mangas que mejor gestiona el misterio en el que se basa, sin caer en ningún momento en la repetitividad, o en clichés. Sí que es cierto que a toro pasado y con toda la información en la mano hay elementos que hacen sospechar y que dependen mucho de la suspensión de credibilidad del lector para no verlos venir, pero es que Sanbe lo hace también que compras todo lo que te narra sin pensar, y es luego cuando descubres lo inocente que has sido, algo que el autor ha querido que seas con el tono con el que te habla. A título personal, además, este tomo resulta bastante interesante y ayuda a reforzar esa sensación de no saber qué puede pasar a partir de ahora porque es el primero que empieza a mostrar cosas que en el anime no se vieron o se dejaron implícitas, sobre todo en el desarrollo e implicación de algunos personajes y en el ritmo que, sin duda, harán que el final y el camino hacia este de disfrute de otra manera. Así que contando con esto, el haber visto el anime (buenísimo también, por cierto, y del que ya hablaré en el tomo final a modo de comparativa) no es excusa para no disfrutar también del manga, ya que son experiencias complementarias.

En cuanto al apartado artístico, hay poco que decir sin repetirme en lo dicho en otras reseñas, porque en esencia Sanbe mantiene todas las virtudes de ese estilo realista y personal, con especial acierto a la hora del uso de planos y de las composiciones de página. Sí que me gustaría destacar en esta ocasión la última escena del tomo, en este caso por lo visual y no por lo argumental, aunque se complementa. Es en realidad una escena bastante sencilla, una conversación de plano/contraplano básica y que además llega a parecer repetitiva en primera instancia, ya que es la tercera del mismo estilo que vemos en el volumen. Sin embargo Sanbe sabe como narrar en este caso sin palabras, con lo visual, oscureciendo poco a poco el ambiente, marcando ciertos tics de los personajes y enfatizando en ellos para que destaquen e inquieten, las expresiones faciales van mudando completamente (otro de los puntos fuertes del dibujo, las expresiones tienen una fuerza increíble)… No necesita ser siquiera explícito, todo se basa en detalles, en sensaciones. Es una escena magnífica, con una tensión muy bien medida y que pone los pelos de punta, icónica para mí después de leerla y que incluso me parece mucho mejor resuelta que en el anime, y eso que aquí no cuenta con la ventaja del movimiento de la animación. Además el darte cuenta de que el autor tiene pensado todo desde un principio y que ha construido las escenas anteriores de tal manera que al llegar a la última vayas confiado y de repente ir metiendo el giro me parece genial, y una muestra más de la habilidad de Sanbe para guiar una historia. Realmente sublime y un motivo más para devorar las páginas de este enorme manga.

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  Edición original: Boku dakega Inai Machi VOL.5, Kadokawa Shoten 2014. Edición nacional/ España: Norma Editorial 2016. Guión: Kei Sanbe. Dibujo: Kei Sanbe. Traducción: Bárbara Pesquer. Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta (13 x 18,2), 192 páginas. Precio: 8€.   El cuarto tomo de Desaparecido parecía dejar las cosas encarriladas…

Valoración Final

Guión - 8.5
Dibujo - 7.5
Interés - 9

8.3

Uno de los mejores tomos de Desaparecido hasta ahora, que merece la pena solo por su escena final y por la manera de llegar hasta ella. Más allá de esto, fantástico trabajo de Kei Sanbe que sabe en todo moment qué quiere contar, cómo y lleva al lector por dónde quiere. Entramos en la recta final de Desaparecido más enganchados que nunca a su misterio.

Vosotros puntuáis: 8.8 ( 1 votos)
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Edu Sesé
Autor
20 noviembre, 2017 17:02

Un tomo genial, coincido mucho contigo en que con el final del cuarto a priori parecía que se acababa la chicha y que podría caer en tener que repetirse para alargar la historia, pero la trama evoluciona hacia una nueva dirección tanto o más interesante que lo ya leído. Además, me resulta más atractiva la parte de la historia que tiene al Satoru niño que la de 2006, así que mejor que mejor para mí.

Y mención aparte al final. Una maravilla.

Aviso de Spoiler

Me parece la hostia cómo a lo largo del tomo te va poniendo en la cara quién es el asesino con escenas como la de los caramelos, y sin embargo de algún modo el propio Yashiro consigue hacerse el longuis y desviar tu atención para que al final, a pesar de que una parte de ti ya se lo esperaba, cuando se descubre te deje con el culo apretado.