La línea editorial de muchos portales de cómic huye de las reseñas de obras con cierto transfondo político. Es algo que se puede entender porque la tentación de echar la bilis en ellas es muy grande. Pero también es cierto que no podemos obviar una de las principales cualidades del cómic desde su invención: la denuncia y la sátira.

Esta novela gráfica no es una sátira pero sí es la cruda denuncia de lo que EEUU y la comunidad internacional está permitiendo que suceda en Guantánamo. Este tipo de críticas históricamente no es ajeno a la BD, no hay más que citar a ‘Persépolis’ o ‘La grieta’ por ir a un ejemplo patrio. Sin embargo la obra está impregnada de realidad, dignidad, humor, ironía y pudor, características del protagonista.

En esta página empezó su calvario
En esta página empezó su calvario

Es curioso que cada vez más periodistas apuestan por la historieta para denunciar este tipo de injusticias. Con la explicitud y la saturación informativa imperante, no es de extrañar que el cómic se esté convirtiendo en un medio idóneo para contar la actualidad.

Esto es lo que le ha pasado a Jérôme Tubiana (periodista de profesión) con ‘Guantánamo Kid’. Tras varias conversaciones que tuvo con Mohammed El-Gorani en una habitación de hotel en Chad, Tubiana se puso en contacto con el dibujante e ilustrador Alexandre Franc para narrar la biografía de Mohammed El-Gorani, un adolescente detenido durante años en la prisión de Guantánamo por pertenecer (supuestamente) a Al-Qaeda. Originalmente el periodista escribió un artículo que se publicó en la prensa francesa y británica, pero se dio cuenta que sólo reflejaba un diez por ciento de las notas que había tomado en su investigación. Estuvo valorando la posibilidad de hacer un libro, pero entoces entró en juego una amiga, que trabajaba para Amnistía Internacional, que le propuso contar la historia en formato cómic. Finalmente se publicó en Francia bajo el sello conjunto de la editorial Dargaud y de Amnistía Internacional, y en España nos llega de la mano de Norma Editorial en un estupendo cartoné de 176 páginas a blanco y negro.

La obra ahonda en el calvario que vivió Mohammed El-Gorani en el interior de dicha base estadounidense en suelo cubano. Es una descripción minuciosa de cómo son las instalaciones de Guantánamo, cómo es la gente que hay dentro (reos y captores) y qué tipo de atrocidades se cometen tras sus muros. Los hechos son narrados a través de una voz en off en primera persona, que simula una autobiografía del propio El-Gorani.

Todo comienza en el año 2001. Como tantos emigrantes, la familia de El-Gorani abandonó su Chad natal para ir a Arabia Saudí en busca de mejores condiciones de vida. Allí se encontraron con la cruda realidad de un régimen Saudí y sus ‘particulares’: el racismo, la segregación de las leyes pro-saudíes y los temores propios de una dictadura medieval.

En este contexto, el joven (de tan solo catorce años) tuvo que emigrar a Pakistán  para poder hacer un curso de informática e inglés, ya que en Arabia Saudí la población autóctona tiene prioridad para obtener educación y trabajo. Como era menor de edad tuvo que falsificar su pasaporte para poder viajar y se cambió el nombre por el de Yousef Abakir Saleh. Tras llegar a Pakistán, un día, El-Gorani salió de la mezquita después de hacer sus oraciones diarias y fue abordado por un grupo de policías pakistaníes que comprobaron que su documentación era falsa. Hay que recordar que estamos en el año 2001, año del ataque de Al-Qaeda a las Torres Gemelas y la psicosis por capturar a Bin Laden estaba en plena ebullición. Así que la policía Pakistaní le detuvo y fue entregado a los marines americanos, quienes terminaron encarcelándole en Guantánamo. Allí se convirtió en el preso más joven, por ser menor de edad.

¿Cómo pudo ser posible esto? Bueno, aquí viene la mayor dosis de indignación al respecto… los reos sufren un laberinto jurídico que los mantiene en un limbo legal. Un vacío legal les deja fuera de los derechos firmados en la Convención de Ginebra, en un claro ejemplo de que “quien hace la ley, hace la trampa”. Y es que se considera a los detenidos como combatientes enemigos ilegales’, no como ‘prisioneros de guerra’. Esta triquiñuela procesal permite a EEUU prolongar su cautiverio todo el tiempo que quieran y se les niega el derecho a un abogado o se les retiene sin cargos a la espera de un juicio que nunca llega.

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Toda la indignación que nos genera ‘Guantánamo Kid’ está muy bien representada por el trabajo que hace Alexandre Franc con los lápices. En los momentos más irónicos recuerda a Marjane Satrapi o a Guy Delisle, y evidencia que está muy influenciado por ese grupo de dibujantes de la órbita de David B.

Sin duda es una lectura muy recomendable que invita a la reflexión, entre otras cosas porque Guantánamo hoy en día sigue estando a pleno rendimiento y la historia de todos los presos que siguen allí no tiene visos de acabar.