Ya lo dijo el poeta Ramón Campoamor «… todo es según el color del prisma con el que se mira». Cada uno tenemos nuestra perspectiva y dentro de cada una intervienen factores de diferente índole, como la cultura, la fe que se procese, los valores, la moralidad o los hábitos y gustos que vamos adquiriendo a lo largo del tiempo, pero sin duda hay un factor que transgrede a los anteriores, y ese no es otro que la droga.

Un tema delicado de cara a la opinión pública, regulado por gobiernos que legislan su uso y prohibición. Un problema si hablamos del tema de la adicción y la dependencia a la que conlleva, ya sea por uso medicinal o recreativo. Muchos se acercan de manera ociosa, con el miramiento de sentirse diferentes, potenciar su intelectualidad, experimentar nuevas sensaciones, o estados de ánimo, deformando así la realidad y alterando la percepción de las cosas, ya que las drogas participan en la bioquímica del cerebro e inhiben o estimulan el trabajo neuronal. De ahí que muchas personas tengan idealizado el concepto de que las drogas son igual a libertad y creación, por lo que las usan para llevar la mente más allá de lo establecido, tirando los muros que contienen las ideas instauradas rompiendo cánones, para así crear y explotar limites desconocidos bajo nuevas líneas de creación.

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‘Mis héroes siempre han sido yonquis’ es un one shot perteneciente al universo ‘Criminal’ del excelso combo formado por Ed Brubaker y Sean Phillips. Esta novela corta nos narra de la mano de nuestra protagonista Ellie su pasado y los acontecimientos ocurridos cuando ésta ingresa en un centro de rehabilitación de drogas. Ellie es una chica joven que tiene una especial fijación por artistas relacionados con las drogas, artistas de vidas trágicas y convulsas que se sirvieron de éstas para maravillar al mundo, teniendo así un concepto romántico e idealizado sobre los yonquis. Algo de lo que nuestra protagonista no se corta ni un pelo a la hora de mencionar con datos y detalles. Todo este afán le surgió tras la muerte de su madre que fue adicta pero a la que jamás guardó un ápice de rencor por ello. A pesar de su apariencia Ellie es intrépida, a lo que le sumamos buenas dotes como amiga de lo ajeno.

La historia se sale de madre cuando Ellie empieza a entablar relación con Skip un tipo que busca la redención en aquel lugar, tras haber tenido varias oportunidades en la vida, la cual posiblemente sea la última que tenga si no quiere acabar en el servicio militar, por lo que Skip pretenderá ser correcto para poder empezar una nueva vida cuando salga de allí. Ellie consigue cambiar la opinión de Skip y juntos tramaran un plan para alejarse de aquellos que no dejan que su vida sea lo que ellos desean. Ellie, temerosa del amor se dejara llevar a un punto de no retorno donde nada es lo que aparenta. Alrededor de Ellie y Skip tendremos un baile de personajes de carácter decadente que darán cohesión a la historia, con sus adicciones, sus verdades y sus mentiras.

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En esta ocasión el thrillesco Ed Brubaker  (Sleeper, Criminal, Fatale, Gotham Central, Kill or be killed…) nos trae un género negro más moderno, al que denominamos como neo-noir moviéndonos por una época más contemporánea en el que hará las delicias de los amantes de la cultura con una cantidad abrumadora de referencias sobre artistas icónicos del mundo de la música, la pintura o la escritura (Billie Hollyday, Keith Richards, Van Gogh, Jean Paul Sartre…) y sus contactos con el mundo de las drogas, durante el transcurso de la historia y sus flashbacks. Con una narración y ritmo de la obra impecable, con un toque road trip que nos recuerda a unos ‘Bonnie & Clyde’ que mas bien parecen estar metidos en el film de Terry Gillian ‘Miedo y asco en las Vegas’.  Tenemos una historia que podemos devorar de una sentada a la que inmediatamente quedaremos pegados y no cejaremos hasta terminar, pues esta nos guarda un giro argumental digno del señor Brubaker.

Los conocedores de Brubaker saben que sus obras van acompañadas mayoritariamente por el dibujante Sean Phillips (Juez Dreed, Sleeper, Criminal, Fatale, Kill or be Killed…), ¿Por qué cambiar algo que funciona? Pues en esta ocasión no iba a ser menos, veremos a un Phillips que nos trae un estilo grafico con trazos sueltos y pincelados al que nos tiene acostumbrados sin que le tiemble el pulso, dándole un poco más de finura al dibujo en los momentos de flashbacks. En el apartado del color esta vez no tenemos a Van Staples quien muy bien ha sabido darle el toque oscuro y desasosegante que comprende la obra de ‘Criminal’, en esta ocasión contamos con el color de Jacob Phillips, el hijo de Sean Phillips que parece llevar sangre fresca a esta historia con unos tonos pasteles entre azulones, malvas y tonos verdosos, pues no olvidemos que en esta historia la droga esta presente y eso colores y tonos vivos nos recuerdan al éxtasis que provocan enfatizando un ambiente pop, destacando los coloridos y embriagadores cielos que se marca. Usando tonalidades grises para los flashbacks que nos traen el recuerdo de un pasado de añoranza.

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Una obra editada por Image en octubre de 2018 y traída a España por Panini Cómics, que fue galardonada con un Eisner a mejor álbum gráfico del año (2019), encontrándose también nominada a mejor álbum del año en los premios Harvey.

Lo que tenemos claro es que como dice a principio de la obra nuestra protagonista Ellie “Se puede decir mucho con muy pocas palabras” y esta es una de las verdades que alberga este comic.

Terminamos como empezó esta reseña, pero completando la frase de Ramón Campoamor.           «En este mundo traidor, nada es verdad y nada es mentira, todo es según el color del prisma con el que se mira«.

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