Pocos cómics establecen un marco histórico tan veraz para narrar su trama como lo hizo Hermann en ‘Las Torres de Bois-Mauri’. Geografía, toponimia, costumbres, arquitectura; todo está genialmente documentado, (entre otros factores) porque el autor es un enamorado del Medioevo.

Cuando en 1984 el autor belga decidió crear una obra que transcurriese en aquella época, se encontraba en un momento creativo muy dulce porque venía de ilustrar ‘Bernard Prince’ y ‘Comanche’ para Greg, y ‘Jugurtha’ para Vernal. La evolución de su dibujo estaba en un in crescendo que tocó techo con ‘Las Torres de Bois-Mauri’ a la vez que su trayectoria como escritor se consolidaba justo antes de dedicarse a escribir álbumes sueltos.

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La serie narra las vicisitudes de un caballero medieval, Aymar de Bois-Mauri, y su escudero, Oliver, durante el regreso a su tierra natal, Bois-Mauri, que fue arrebatada a su familia cuando él era niño. Aunque Aymar quiere reclamar su territorio, este hecho termina siendo un macguffin que nos acompañará álbum tras álbum como telón de fondo y es la excusa que utiliza Hermann para mostrar cómo era el Medioevo en realidad, sin idealizaciones ni edulcorantes… y vaya si lo consigue.

La Edad Media que describe es francamente dura, la vida no vale nada, es muy oscura, sucia, maloliente, pobre y tremendamente violenta. En este contexto nos topamos con una ausencia de valores que son contrarrestados con el sentido del honor y la justicia de Aymar y el sentido común de Oliver, algo que recuerda mucho a la relación entre Quijote y Sancho.

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Pero, pese a que caballero y escudero aparecen en todos los capítulos, los protagonistas de ‘Las Torres de Bois-Mauri’ no son ellos. Los álbumes se titulan con el nombre del personaje troncal de cada historia, ‘Babette’, ‘Eloïse’, ‘Germain’, ‘Reinhardt’… son los auténticos protagonistas sobre los que pivotarán los acontecimientos y donde veremos a un Hermann espléndido y muy cómodo dibujando páginas completas para contarnos cómo se contruían las iglesias, la dureza de trabajar el campo, el hambre imperante, las diferencias sociales, y las injusticias más atroces, pero lo hace sin pretenden inculcar ningún tipo de moralina, simplemente muestra cómo era la vida en aquella época.

En cada historieta Aymar avanza en su viaje y está más cerca de llegar a Bois-Mauri y en ese trayecto errante tiene que vivir situaciones impresionantes. Esto me lleva a detenerme un segundo sobre su título original ‘Les Tours de Bois-Maury’, ya que es un juego de palabras en francés que puede interpretarse como «Las Torres de Bois-Maury» o «Los Viajes de Bois-Maury».

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La obra consta de dos ciclosel primero de diez álbumes con historias autoconclusivas que suceden durante el retorno a Bois-Mauri y Hermann sitúa los hechos en un año indeterminado, aunque intuímos claramente que es entre los siglos XI y XII; y el segundo ciclo, que aborda las aventuras de los descendientes de Aymar de Bois-Mauri a lo largo de cinco álbumes, con dibujo de Hermann pero con guión de su hijo Yves Huppen y el tiempo es más preciso porque viajaremos a la Sicilia siglo XIII, la España del XIV, el Flandes del XVI y la Rusia del XVII.

Sin lugar a dudas lo mejor de este tebeo es el dibujo de Hermann. Se nota que no tiene las ataduras que tenía en otras obras y hace lo que quiere con un estilo realista y lleno de detalles, desde armas, aperos de labranza, armaduras, vestuario o castillos, le da igual. Esta libertad queda patente en el sexto álbum, ‘Sigurd’, donde Herman nos sorprende con una historia de fantasía. Por otro lado no busca la belleza ni la idealización, por eso dibuja a Aymar con nariz aguileña y a otros personajes feos, mellados o incluso mutilados, y esa «fealdad» gana peso con el trazo algo trémulo de Hermann.

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En lo que se refiere al color, Hermann ha contado puntualmente con los coloristas Fraymond (tres primeros números) y posteriormente con Zeljko Pahek a un nivel bastante inferior. La gama cromática es una acuarela intensa y constrastada, por eso los efectos de luz son algunas veces demasiado densos y en otras ocasiones modula la profundidad de las viñetas con maestría.

Las escenas en interiores resultan demasiado oscuras pero enfatizan la ambientación lúgubre de la época, mientras que en los paisajes y espacios abiertos veremos contraluces limpios que Hermann muchas veces dibuja, con gran destreza, en viñetas reducidas. No pensemos por esto que los textos son densos, al revés, de hecho es habitual encontrarnos con escenas mudas donde somos meros espectadores de formas y colores, algo que que le da un ritmo brutal a la obra.

El único pero que le veo a esta obra está relacionado con las ediciones integrales que Planeta Cómics ha publicado recientemente. Con la cantidad de ilustraciones y páginas que tiene Hermann es un pecado hacer unas portadas de estilo marcadamente editorial, mezclando varias ilustraciones, en lugar de poner una sola que impacte con fuerza.

Con todo lo dicho hasta ahora creo que sobran los motivos para leer esta saga, sobre todo el primer ciclo. Si además quien lea estas líneas es un apasionado/a de la Edad Media, los caballeros medievales y las aventuras de espada y montura, no tiene perdón Dios si no tiene ‘Las Torres de Bois-Mauri’ presidiendo su estantería.

Dibujo original de Hermann del álbum 'Sigurd'.
Dibujo original de Hermann del álbum ‘Sigurd’.