Reza la faja de portada de esta obra, que es -Premio FNAC Francia al mejor cómic 2015, con un subtexto que añade: «Una novela gráfica muda sobre una historia de amor salado», apostillando de seguido un bucólico: «Consumir preferentemente antes de que el océano ya no nos haga soñar».

Una historia. Dos tiernos personajes. Un amor inquebrantable. Además viene prologado por el mismísimo Paco Roca. ¡Y el diseño del libro se asemeja a una maravillosa lata de sardinas! ¿Puede acaso ir algo mal aquí…? Solamente con este triple mortal carpado de marketing visual como carta de presentación, a mí ya me tienen ganado.

Con tal carta de presentación, comienzo ávido el libro. La historia te sitúa en un pequeño pueblo pesquero de la Bretaña francesa. Una casa sencilla. Un aparente matrimonio anodinamente normal. Él, un hombrecillo mayor, todo gafas de culo de botella. Ella, una señorona, aparentemente abnegada ama de casa.

María y Monsieur, los protagonistas
María y Monsieur, los protagonistas

A la tercera página la ambientación ya me ha envuelto y estos tipos ya me tienen en su bolsillo. Cinco páginas, y ya me han arrancado la primera risa, el primer asombro y el primer pensamiento de -“…Aquí hay algo diferente…”-

‘Un océano de amor’ te mete en la piel de estos dos personajes y en cierto fatídico día en que sus vidas parecen separarse irremediablemente por un accidente fortuito ocurrido en alta mar. Y de cómo a partir de ahí, este matrimonio, cada uno a su peculiar manera, pondrán todo su afán en lograr volver a reunirse el uno con el otro, cueste lo que les cueste.

Es la entrañable historia por tanto, del recorrido tanto físico como vital por parte de ambos, para encontrar de nuevo el rumbo hacia el ser amado, el rumbo para regresar a su vida de siempre, mediante el optimismo y la superación de un obstáculo tras otro. Es el relato de una búsqueda de aquello tan importante que una vez pierdes y de la no resignación ante esa trágica pérdida, poniendo para ello todos los recursos, la naturalidad y el empeño posibles, y tratando de revertir esa situación para favorecer así el feliz reencuentro.

La portada de esta novela gráfica no tiene forma de lata de conservas por que sí
La portada de esta novela gráfica no tiene forma de lata de conservas porque sí

Será esta una singladura aventurera navegando de la mano de ambos personajes en un recorrido a través del ancho océano, en el que aprovechando y ya de paso, te servirán delante y a modo de aperitivo en salazón, una crítica nada velada sobre el consumismo exacerbado de nuestra sociedad, presentando con un puñetazo encima de la mesa temas tan importantes y preocupantes como el lamentable estado actual de nuestros mares, la sobreexplotación de los recursos naturales o la extrema degradación de nuestros ecosistemas y nuestro entorno. Un trasfondo, por tanto, teñido de un cariz naturalista que por cierto, cada día está de más y más actualidad.

Pero conozcamos a nuestros protagonistas…

Monsieur. Un ser pequeño. Enjuto. Un marinero diríamos casi diminuto, apenas visible si no fuera por las enormes gafas de miope que perfilan y definen su rostro, más grandes casi que su propia cabeza. Intuimos a un hombrecillo de los de siempre, de rutinas claras, vida dura, sencilla, y con salitre corriendo por sus venas. Y sin embargo, firme y estoico cuando una mole en forma de desventura aparece arrollando y sin avisar por la proa de su minúsculo esquife.

Su trágico periplo en alta mar nos va mostrando poco a poco las distintas peripecias vitales por las que nuestro pequeño primer protagonista va pasando: desde la desesperanza más agónica hasta la templanza más férrea, correteando a través de la euforia, la apatía, la desgana, la desolación más profunda o el júbilo más alocado.

Su desgraciada aventura de náufrago oceánico a la deriva se ve acompañada de una curiosa balanza: la que le otorga su carismática y sorpresiva compañera de fatigas, una gaviota a la que rescata, y que podríamos casi catalogar como el personaje más maravilloso de toda la historia  (de hecho, la secuencia en la que se conocen es quizás lo más delicioso de todo el tebeo), y la que le otorga, en el otro lado, la resignada pesadumbre que le provoca sobrevivir con una dieta basada exclusivamente en su muy odiada reserva de latas de sardinas en conserva.

Superviviente a todos los infortunios que se le van cruzando, él es el vehículo personificado en el que vemos reflejada la realidad cotidiana que azota y asola nuestros mares y océanos.

Panaccione retrata el cambio de ánimo del protagonista de forma magistral
Panaccione retrata el cambio de ánimo del protagonista de forma magistral

Maria. Intuyo que ese es su nombre porque así se llama el pequeño esquife del marido. Una mujerona en toda regla. Adusta. Firme pero a la vez entrañablemente cariñosa, se nos muestra como el prototipo de esposa fiel, abnegada y tradicional. Entrada ya la historia, esta segunda protagonista se revela, sin embargo y a mi modesto juicio, como el gran personaje de la obra.

Según voy pasando páginas, yo me tengo que poner en pie con esta señora. Lejos de aceptar su papel de supuesta víctima indirecta del percance de Monsieur, esta fascinante mujer hace gala de una asombrosa determinación que la llevará a ser capaz de sacar la fortaleza interior que necesita para embarcarse en la búsqueda de su pequeño y amado esposo. Y los momentos tan delirantes que va provocando en su viaje son el verdadero oro puro de esta obra.

Es ella la que proporciona las escenas más rocambolescas, impagables y llenas de humor que te provocarán a la vez la carcajada y el asombro, por su tenacidad, su sencillez, su candidez y por todo el aplomo y naturalidad que transmite. A esta mujer hay que quererla.

El océano es tratado como un personaje más
El océano es tratado como un personaje más

Si tenemos a Monsieur y Maria como los protagonistas humanos de la historia, en ‘Un océano de amor’, será el mar, el medio ambiente, el propio océano, el que se revela como el tercer gran protagonista en discordia. Es el marco en que se desarrolla todo este tragicómico y tremendo relato.  La verdad es que no sale bien retratado. Desde luego, no nos deja en buen lugar.

Contaminación, sobrexplotación, abuso desmedido, territorio sin ley, son algunos de los términos que se te incrustan a dolor en tu interior a medida que los dedos van deslizando las páginas. Y de repente, todo se vuelve un poco más oscuro en tu vida. O quizás más claro, dependiendo del enfoque que le des y la lectura que quieras hacer.

También, otra opción es simplemente quedarte en el mero deleite de cómo un artista genial puede plasmar de forma tan bella y cruel uno de los elementos naturales primarios de nuestro planeta, por medio de brillantes y plomizos trazos acuarelados. Tú decides. En cualquiera de los casos, dudo que las maravillosas e impresionantes ilustraciones de Grégory Panaccione te dejen indiferente.

Como se apunta en el prólogo, el verdadero valor de una obra muda, sin diálogos ni texto alguno como esta, radica en la capacidad que se le otorga al lector de zambullirse y sumergirse de manera más profunda y libre en la narración, siendo tarea de éste la de aportar la información que considere, imagine, y sienta como propia para complementar el sentido de cada viñeta o página. Es decir, que será el lector el que se imagine el diálogo, le ponga voces mentalmente a los personajes, le ponga una banda sonora a la situación, o le asigne cualquier consideración añadida que crea conveniente, dependiendo de sus ganas e imaginación.

La relación de Monsieur y el mar es quien marca el tempo de la obra
La relación de Monsieur y el mar es quien marca el tempo de la obra

Todas estas consideraciones se dan aquí, en esta obra, gracias al éxito de un dibujo tremendamente particular, de trazo muy suelto pero arrebatadoramente expresivo. Gracias a un exquisito tratamiento del color, puesto impecablemente siempre al servicio de la ambientación y la atmósfera. Y sobre todo, gracias a un sentido narrativo que maneja el timón de la historia y te engancha de forma soberbia, como si de una red de pesca se tratara.

Porque efectivamente no olvidemos que este es un cómic mudo. Sin texto. No hay diálogos, ni textos de apoyo, ni onomatopeyas. Ninguna. Aquí, son las imágenes las que construyen toda la historia. Y la unión de todos estos factores es lo que hace que el resultado final global pinte tan poderoso y atractivo.

Yo sigo sin dar crédito según voy pasando páginas… Me he topado con dobles páginas que son puro arte, puro deleite visual, puro asombro… …Y puro sentimiento. Siempre metidas donde deben. Siempre aportando ese toque narrativo que requiere del golpe de mano perfecto. Una de ellas, en concreto, hace que se me encoja el corazón, y os juro que me deja con el corazón en un puño,  el alma caída a mis pies, y la lágrima escalando los muros de mis párpados.

Fin. Última viñeta. Cierro el libro. Acaricio de nuevo el lomo. Respiro. Vuelvo a la portada, pero mi cabeza ya vuela. Mi cabeza ya ha hecho boummm…

La narración es 100% visual: huye de los bocadillos y los textos
La narración es 100% visual: huye de los bocadillos y los textos

Y de repente, quieres amar como ama esta señora. Deseas ser tenaz y firme como este hombrecillo. Necesitas ser un mejor ciudadano de este mundo, como es esa pequeña gaviota. Te impones romper en tu hogar con esta absurda cadena de consumismo irracional que devora y emponzoña hasta el tuétano nuestra sociedad, porque te duele el alma al pensar en toda la jodida basura inútil que vas dejando atrás día tras día, tras día, de tu vida. Anhelas de repente un mundo más amable, más racional, más sencillo… Y más limpio. Quieres salir a la calle disfrazado del jodido Capitán Planeta y liarte a dar besos o a dar hostias como panes, no sabes bien. O quizás ambas cosas al mismo tiempo, da igual en qué orden, en plan bipolar chungo.

De repente, quiero respetar más. Concienciar más. Abrazar más. Quiero decirle a mi mujer que bebo los vientos por ella.  Quiero contar a mis hijos que papá luchará y no dejará que el mundo se vaya a la mierda. Bueno, igual no con esas palabras exactamente, pero ya me entendéis…-

Y luego bajas a la realidad. Pero a poco que seas un poco romántico, piensas que es imposible que haya alguien que no se emocione con esta lectura; alguien a quien no se le encoja el corazón con esto. Que habiéndola leído no se haya descojonado, sobrecogido, sufrido y enamorado con estos personajes. Y piensas que esta obra es lo mejor que ha pasado por tus manos en lo que va de año, y que por cosas como estas amas leer.

La esperanza...
La esperanza…

Pero sobre todo y por encima de cualquier otra cosa, el poso que me deja la lectura de esta obra es reafirmarme en que quiero seguir disfrutando una y otra vez de este bendito medio; gozar como he podido gozar con la lectura de estas páginas.

Quiero seguir dejándome sorprender. Dejándome asombrar. Dejándome seducir. Dejándome deslumbrar y dejándome conquistar por unas sencillas páginas garabateadas. Quiero que a mi cabeza le den la vuelta una y mil veces. Quiero seguir descubriendo tesoros encerrados en viñetas como el que sostengo ahora en mis manos y reivindicar a los cuatro vientos lo glorioso que puede llegar a ser un tebeo.

En esencia, quiero caer enamorado una y otra vez leyendo comics…

…Comics comoUn océano de amor’.