‘La Aguja’, de Simon Spurrier

Nos situamos en una ciudad que se eleva hacia el cielo en mitad de Las Tierras de Nada, un desierto radioactivo. La Aguja esta construida de piedra y metal, un laberinto de cuarenta y una plantas, atiborrada de túneles, conductos y muchas escaleras… Demasiadas. Con una arquitectura tan desigual como piramidal, que se ve culminada por una cúpula que rasca la barriga a las nubes. Una ciudad de fantasía en un mundo postapocalíptico, donde el aire contaminado es nocivo para parte de su medio millón de habitantes, los seres humanos, que necesitan mascaras en el exterior. Por otra parte están los esculpidos (algunos con apariencia humana) que no necesitan las mascaras. Seres con mutaciones genéticas a los que apodan de forma peyorativa distorsionados o genedifusos. Una torre de Babel repleta de razas y culturas con una sociedad en apariencia cohesionada y progresista, donde se aboga por la integridad entre humanos y esculpidos, pero en la que las diferencias raciales son tangibles. En las primeras plantas de la ciudad tenemos juderías de esculpidos y, según subimos sus escaleras, encontramos un asilo (en la planta diez), y un poco más arriba un zoo (en la planta doce), lleno de aberraciones mutantes.

Llegando a la mitad de la ciudad, en la planta veinte, se encuentra el hospital y en la veintiuno la comisaría central, y de ahí hasta la planta cuarenta y uno en la que se sitúa El Salón del Trono, que está habitado por humanos y unos pocos esculpidos que se dedican a la servidumbre. Es una ciudad jerarquizada donde la distribución de la riqueza es un claro símil a nuestra realidad: norte y sur, siendo en la ficción arriba y abajo. Un lugar de apariencia mágica, misterioso y extraño, repleto de gente ordinaria. Como dice Shå “Un zurullo monolítico”.

Tenemos una historia de género negro muy bien hilada. Tras la muerte del Barón de la ciudad Crystor-Haan III, tiene lugar una serie de asesinatos un tanto extraños que son investigados por nuestra protagonista Shå, capitán de la guardia de la ciudad, esculpida, de la raza de las medusas y única en la ciudad. Shå es una medusa de aspecto femenino que llega a capitán de la mano del difunto Barón, es una gran luchadora, la mejor, un ser tan enérgico como sensible.

Esta es presionada por Tavi, aspirante a Baronesa e hija de la emérita Baronesa Juletta, para que resuelva los crímenes con rapidez ya que uno de los asesinatos es el de la Dama Kean, su aya en la infancia a la que guarda afecto, culpando a Shå que haya ocurrido bajo el mando de su guardia. Todo esta situación en medio de la coronación de la Baronesa que tiene que recibir a los diezmistas que han de atravesar Las Tierras de Nada para llegar a La Aguja y mostrar sus respetos y ofrendas a la nueva Baronesa Tavi.

Las Tierras de Nada son peligrosas, ya que están habitadas por la facción de los zoarimes, unos extremistas radicales de estética cyberpunk, denominados antikiparlantes, movidos por el racismo y el odio que quieren destruir a los esculpidos por ser impuros, siendo el motivo de la afrenta con la ciudad de La Aguja.

En cada coronación los zoarimes realizan un intercambio de personalidades en ambos territorios para que resulte neutro y hacen negocios para prevalecer la paz a cambio de cosas terribles. Los asesinatos no cesan, con lo que cada vez recae más presión sobre Shå que va cerrando el circulo en relación a un encuentro que tuvo lugar treinta años atrás entre los zoarimes y Juletta, la Baronesa en aquel momento, que se nos va narrando mediante flashbacks a cuentagotas al inicio de cada uno de sus ocho números. A la par de todos los acontecimientos mencionados, se nos cuenta la doble vida de Shå que mantiene una relación especial con Meera, la hija menor de los antiguos Barones, y hermana de Tavi.  El tedio que supone ser esculpida y lesbiana en su sociedad, y la presión continua de Meera que quiere sacar a la luz la relación en un momento complicado, ya que Tavi no tiene el mismo sentimiento hacia Shå, por ser impura.

Acompañando a Shå en esta aventura esta Milk un humano que forma parte de la guardia de la ciudad, un tipo de apariencia seria que también tiene una vida diferente a la que aparenta, y terminando de formar el equipo está Pag, una gárgola mensajera, autopropulsada por sus gases. Suena repugnante, pero a pesar ser una criatura impertinente, es un personaje que nos gana el corazón con creces. Desfilan por las viñetas personajes como La Anciana y su chambelán Britelwöld de la raza de las medusas pertenecientes a El Bosque de Humo. Rikkit de la raza de las vainas y asistente de Juletta, Croner el guardia de la entrada al Salón del Trono con el que Shå tiene alguno de los pocos gags de humor que contiene la historia. Sin duda tenemos una narración con un entramado bien gestionado que trata el racismo, la homosexualidad y, de una forma muy sutil la transexualidad, con un giro de la trama que hace mella.

Ante esta historia se encuentra Simon Spurrier un escritor y novelista británico. Simon comenzó en los comics escribiendo sus propias series para ‘2000 AD’, algunas historias también para su personaje insignia el Juez Dreed. Ha trabajado con Marvel, pasando por los ‘X-Force’, ‘Motorista Fantasma’, ‘Estela Plateada’, o ‘X–Men Legacy’. En DC con ‘El Escuadrón Suicida’ y el versus de estos ante la JLA. Una de zombies en ‘Crossed’ para Avatar Press, pero fue en ‘Six Guns Gorilla’ para BOOM! Studios la primera vez que Spurrier trabajó con Jeff Stokely como dibujante. En aquella obra Spurrier trabajó en su historia sin saber quien seria el dibujante, sin condicionarse con total libertad, de manera personal. Fue durante el dibujo donde Spurrier vio su obra crecida sin ser desvirtualizada, siendo algo más que la suma de ambos, una simbiosis perfecta.

A sí que para crear La Aguja, Spurrier quería contar con Stokely, pero de una manera diferente y equilibrada donde ambos contasen con el mismo porcentaje de autoría. Le propuso crear una historia que tuviera genes de ‘Blade Runner’ y ‘Cristal Oscuro’ con un soplo de ‘Mad Max’ a lo que Stokely no puso pega pues es fan de la Ciencia Ficción. Durante el proceso de la obra Spurrier dejaba huecos de guion para que Stokely crease las razas no humanas, la arquitectura de la ciudad o las armas sin describirle nada, dándole mayor peso y responsabilidad en el equipo creativo. Tenemos un dibujo independiente con influencias BD y manga, bizarro y desdibujado en ocasiones, representando bien ese mundo extraño y caótico, con la influencia de Miyazaky en el estilo de lineas sueltas que el mismo Stokely reconoce. Nos queda el color de la obra que corre de manos de André May  al que hemos visto posteriormente de esta obra en ‘Dead Inside’ junto a John Arcudi y Toni Fejzula con un estilo diferente, lo que nos lleva a un colorista que se adapta de forma versátil al dibujo. En esta ocasión se amolda a Stokely con colores pasteles y ocres en sus diferentes tonalidades dando el contexto final a esta obra de fantasia, ciencia ficción y género negro.

La Aguja fue publicada bajo el nombre original The Spire en una serie de 8 números USA por BOOM! Studios en 2015 y traída a España por Planeta Cómic de manera integral en formato Cartoné en septiembre de 2018.