Argumento
Divertido, ¿verdad? Yo les llamo “mis existencias en suspenso”... todavía no está muerta, pero tampoco realmente viva. Bastaría un soplo para quebrarla...«Soy aquella a quien querías encontrar... Aquella que no tiene nombre, quizá porque me dan demasiados: la vida... la muerte... la fortuna... la desgracia... el destino... ¿El destino? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Como si los mortales pudieran tener un destino. Esa es la mayor superchería de todas las creaciones... humanas». Esta anciana sin edad, de cabello largo y ojos tenebrosos, es la encarnación del Destino, una entidad de muchos nombres que, para los vikingos, trascendía el panteón de deidades que se habían forjado. Todos, tanto hombres como dioses, incluido el omnisciente Odín, estaban sujetos a su dominio. El paganismo nórdico representaba esa concepción del hado en muchas formas y, en particular, con las llamadas Nornas, unas criaturas sobrenaturales comparables a las Parcas, que tejían los hilos de la vida de cada ser humano al pie de Yggdrasil, el árbol que representaba al universo en la cosmogonía nórdica. Según los vikingos, las Nornas residían en el centro del mundo, una idea que influyó en el escenario que Van Hamme y Rosinski recrean aquí. Con todo, Urd, Verdandi y Skuld, las tres Nornas más célebres, no aparecen en esta historia. Las sustituye una anciana de aspecto cadavérico, pesadillesco, cuyo vestido se arrastra por un cubo que flota en la inmensidad del cosmos, siempre rodeada de inquietantes ángeles ciegos y una red de hilos de vida cuyo número se pierde en la infinita oscuridad de la nada. Destino, siempre burlona, bien pudiera haber acabado con la existencia de Thorgal. Sin embargo, se salvó gracias a Shaniah, quien se sacrificó por su amado, y a la protección, una vez más, de la Guardiana de las Llaves.
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