Steadman realiza, con la portada del cómic, toda una declaración de intenciones. Presenta a un Leonardo desgreñado y exaltado, ataviado como su Jesucristo en La Última Cena, enlazando así al genio con su obra, lo divino y lo humano, a él mismo con Leonardo y a éste con el lector, invitándole, con la mano extendida, a avanzar páginas. Y es que el autor del cómic confesó haberse obsesionado tanto con el cuadro que llegó a pintarlo en la pared de su dormitorio. Y eso se trasluce en el libro, que emana una comprensión profunda de la vida y la obra del genio del Cinquecento, pero contada con mucho sentido del humor y un inigualable manejo de la tinta. Si La última cena supuso la definitiva consagración pictórica de Leonardo da Vinci (1452-1519), suyo es también el modelo de retrato por excelencia, el de la sonrisa más enigmática del mundo, La Gioconda. Y es que, a pesar de que se interesó por la aerodinámica, la hidráulica, la botánica, la anatomía, la escultura, la arquitectura, la música… sus inventos no fueron apreciados por sus contemporáneos, a diferencia de su pintura, que sí fue reconocida.
A través de un formato peculiar que aúna los dibujos irreverentes con un texto muy ameno, divertido y con muchas anécdotas, nos narra las aventuras y desventuras del que comenzó siendo un niño curioso, que se divierte inventando extraños artilugios para las más variopintas situaciones de la vida cotidiana. Siempre a través de la observación de la naturaleza como fuente de conocimiento. Su vida cambia cuando se muda a Florencia y se percata de la miseria del mundo, “el oscuro paisaje de la humanidad”. Leonardo no fue un hombre ansioso de gloria. A pesar de lo cual recorre las mejores cortes de la época: trabaja en la Florencia de los Medici, en el Milán de los Sforza, en la Mantua de los Gonzaga…en un momento histórico complejo, en el que confluyen en Italia intereses diversos y alianzas cambiantes, que desembocan en enfrentamientos continuos.
Las ilustraciones de Ralph Steadman son auténticas obras de arte. Dibujos espectaculares, como el del invento para volar, en todo su esplendor con las alas desplegadas, o la esfera armilar; otros que imitan los bocetos de Leonardo, escenas enloquecidas, situaciones delirantes, deformaciones de la realidad. Diseños con mucha personalidad, sin complejos, como el de los pobres que observan cómo se come la sopa. Situaciones cómicas pero realistas, siempre con un toque de humor. Y personajes que muchas veces son caricaturas. Steadman, excelente dibujante y caricaturista, comenzó colaborando en revistas de sátira social y política y partir de ahí ha trabajado sin fronteras políticas ni temáticas, tanto en prensa como en publicidad, en animación y literatura infantil, con un reconocimiento internacional.
En estas páginas recoge cuadros que se tornaron obsesiones para su creadores y siguen atrapando a incautos siglos después; imágenes que nos persiguen, en las que invertimos horas observando cada detalle y sabiendo que siempre nos queda algo por descubrir. Una obra destinada a ser referencia en la bibliografía de Leonardo por su originalidad, por su personalidad, por toda la verdad que hay detrás de las caricaturas.