En Conquistador se mezcla la historia con la leyenda, los seres humanos con los dioses, los héroes con los mártires. Y ¿Quién es el protagonista de todos ellos? Todos lo son, de una u otra manera, porque todos conviven en lo que hoy es México a principios del siglo XVI.
Nuestro héroe podría ser Hernando del Royo, uno de tantos jóvenes españoles que fue a buscar riqueza y aventura a un mundo nuevo y desconocido, todavía por explorar… y conquistar. Un joven de buena familia cuyo mayor descubrimiento es darse cuenta del monstruo en que puede llegar a convertirse. Ese será su principal viaje, hacia el horror que emana de sí mismo.
En esta empresa estará a las órdenes de otro de los mayores conquistadores americanos: Hernán Cortés. Este acaba de llegar con sus hombres a Tenochtitlan, en 1519. Son acogidos por Moctezuma como enviados de Quetzalcóat, uno de los dioses principales del panteón mexica que, según sus creencias, regresaría un día desde oriente. Aquí la historia comienza a mezclarse con la leyenda y la presencia del dios, primero en forma de serpiente emplumada, acabará derivando en un monstruo nacido de la raíces de Txalka, Oqtal, que se enfrenta a los españoles para defender a su pueblo.
Y se desencadenan los acontecimientos: Hernán Cortes descubre el inmenso tesoro que esconden las paredes de Tenochtitlan, pero apremian las noticias: Pánfilo de Narváez ha llegado a Veracruz con instrucciones de capturarlo vivo o muerto, por haber desobedecido al gobernador Velázquez. Así que no le queda más remedio que abandonar el tesoro, custodiado por una guarnición al mando de un Pedro de Alvarado reconvertido en una sugerente Catalina Guerrero, que permanece en la ciudad, y salir al encuentro de Narváez.
Esto propicia la agilidad en el relato, donde hay constantes saltos en el tiempo o historias que transcurren en paralelo, donde los distintos grupos de españoles se enfrentan a dioses protectores de sus tesoros, a tribus autóctonas hostiles, a una naturaleza exuberante: Quilpa, Cascadas de Hueva, Rio Guateros…una toponimia evocadora que da lugar a unos paisajes espectaculares.
La variedad de mutilaciones y muertes violentas está también fuera de lo común: cabezas y manos cortadas, ojos quemados, lenguas y piel arrancadas… todo plausible entre pueblos en los que se han encontrado evidencias de canibalismo humano ritual.
Los autores, Dufaux y Philippe Xavier, ya han trabajado antes juntos en historias de conquistas, de éxodo de pueblos, de invasiones y luchas con extrema violencia, también en nombre de la religión y de una infinita avaricia como son las Cruzadas, en las que también se mezcla la historia y la leyenda, los héroes con los mártires. Como ellos mismos dicen, “nadie puede vencer las leyendas que hacen de un pueblo, un mito.”