Mélani Le Bris ha reunido en este trabajo todas sus pasiones: la cocina, el interés por los piratas, heredado de su padre, que prologa el volumen, y los viajes, tema al que se dedica profesionalmente. De resultas, un rara habis, un libro sorprendente, que reúne más de 60 recetas, pero de platos e ingredientes muy particulares: los cocinados por los piratas. Así, a través de la gastronomía, y de una forma muy amena, con multitud de información, anécdotas, curiosidades… nos acercamos a la historia, costumbres y forma de vida de estos personajes en realidad tan desconocidos, de una forma seria y documentada. ¿Cómo se descubrió que el ponche podía prevenir el escorbuto, cómo el “xocolatl” se convirtió en nuestro “chocolate”, fue el azúcar el origen de la piratería?...
Entre los siglos XVI y XVIII estos contrabandistas, “tan deseados como temidos” juegan un papel fundamental en el comercio, que es lento y gravoso y está dirigido por los intereses de las monarquías europeas. Los piratas, en cambio, se codean con las poblaciones nativas y ejercen de intermediarios, en un mercado negro necesario, para agilizar y complementar la oferta en el Nuevo Mundo. Su gastronomía es reflejo de su forma de vida, de su mezcla, curiosidad, intercambios… que da lugar a un mestizaje de influencias muy diversas: india caribeña, africana, francesa, inglesa, holandesa y española.
Así, acceden a los productos de todo el Caribe: Cuba, Santo Domingo, Haití, Jamaica, Martinica, Barbados... pero no sólo se mueven por las islas y no sólo se encuentran en el mar. Y ese es otro propósito del libro, desmitificar muchos tópicos. Por ejemplo, los bucaneros pasaban largo tiempo en tierra. También existían mujeres pirata y trabajaban en igualdad con los hombres, que no bebían ron. Toda la información está obtenida de testimonios de la época, de aventureros que se interesaron por la hidrografía, geología o la botánica y que además se molestaron en transcribir lo que comían, como el Padre Labat, William Dampier, el abad Prevost, el Capitán Maillard de Fecamp, Exquemelin, Basil Ringrose, Richard Ligon, el aventurero Thomas Gage…
Partiendo de “su majestad, el pimiento picante”, que reina en la cocina caribeña, la variedad de productos es inmensa: pescados, mariscos, tubérculos, verduras, aves, cerdo, cabrito, confituras, dulces, vinos, rones, ponches y da lugar a platos sugerentes que, a través de recetas actualizadas y revisadas, esperan ser revividos: unas acras de bacalao, un bucán de cerdo del padre Labat, cabrito massalé, pollo ahumado con limón verde, ragú de tortuga o de cerdo ahumado, cangrejos rellenos, bolas de tamarindo, pastel de boniato, confitura de mamey, vinos de piña y de plátano macho, chocolate caliente a la antillana, ponche de leche y ron…
Recetas trufadas por dibujos muy divertidos, por supuesto de comida, pero sobre todo de escenas cotidianas de los filibusteros. Las evocadoras ilustraciones a la acuarela realizadas por Hyppolite aportan alegría, viveza, color… el aderezo final que necesitaba el libro para convertirse en una obra de arte. Ilustrador de prensa francés, su trabajo más popular es El barón de Ballantrae de Stevenson y su adaptación al cómic de Drácula de Bram Stoker.
Este libro ayuda a entender hasta qué punto la comida es una manifestación cultural de un pueblo y cada receta no se reduce a una enumeración de ingredientes, sino que lleva aparejada un contexto, una historia que merece la pena conocer para enriquecer nuestro paladar, nuestra curiosidad y nuestra idea acerca de estos curiosos seres que fueron los filibusteros.