Reseña de Miguel Strogoff

Edita Anaya
368 páginas. Rústica. 14 x 20 cm
por Tata | 30 de mayo de 2018
Miguel Strogoff, la trepidante novela de aventuras de Julio Verne, consiguió un éxito inmediato tras su publicación, en 1876. Logra atrapar al lector en el torbellino de imprevistos y peligros a los que se tiene que enfrentar el correo del zar para cumplir su misión, recorriendo el camino que separa Moscú de Irkutsk, para defender Rusia de la invasión tártara. Este relato ha servido de inspiración a Raúl Allén, quien declara que “los libros son la razón por la que me dedico a esto, así que me apasiona trabajar con textos largos. Ilustrar libros para mí es una aventura”.

La elección de Siberia como escenario para la novela de Miguel Strogoff no parece casual, sino que remite a acontecimientos de actualidad en aquél momento. A pesar de que, intencionadamente, se eliminan todas referencias al zar reinante, Alejandro II, coinciden con su reinado las operaciones militares en Asia Central, buscando la expansión hacia Oriente, hacia los emiratos tártaros y la colonización de Siberia.
Así, la novela sirvió para situar en el mapa unas tierras ignotas, más cerca de la leyenda que de la realidad, en un momento en que el tren comienza a abrirse paso a lo largo de miles de kilómetros de estepa para conectar las principales poblaciones siberianas, cruzando Rusia de este a oeste. De hecho, en las ilustraciones de Allén observamos paisajes apenas cruzados por cables telefónicos y el caballo o carromato como único medio de transporte aún, antes de que el Transiberiano extendiera sus raíles a lo largo de este país en expansión que necesita una salida al mar por el este.

Verne se documentó con rigor sobre la historia, la geografía y las costumbres de los pueblos que introduce en el relato. Aparece el río Volga, el lago Baikal, el más profundo de la Tierra, ciudades como Kazán o Ekaterimburgo, que será escenario de la ejecución del último zar ruso, Nicolás II, o Irkutsk, que aún conserva intactas las casas de madera en donde vivieron los decembristas, oficiales del ejército imperial que protagonizaron una insurrección en 1825. Y esto obliga también al ilustrador a cuidar al máximo los dibujos: “Me gusta crear escenas que muestren las sutilezas de la realidad con pequeños detalles y matices independientemente del tono que haya elegido”. Personajes inquietantes con tonos siempre sombríos y azulados, provenientes de una tierra donde el sol brilla por su ausencia; paisajes oscuros, desolados, cielos plomizos, horizontes con pocas construcciones, caras tristes, interiores sórdidos, personas pobremente vestidas, mobiliario escaso… para ilustrar las penurias del viaje. Así Allén logra el reto de “crear una ventana a la acción. Un punto de partida que ayude al lector a sumergirse en el mundo que ha creado el autor”. En este caso, nada más y nada menos que el genial y visionario Julio Verne.
Reseña realizada por Tata
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