El Madrileño Juan Díaz Canales y el Catalán Rubén Pellejero, siguen al mando de Corto Maltés. Con este su tercer álbum, los autores han querido desvelarnos los acontecimientos que llevaron al marinero Maltés a vagar por el Océano Pacífico amarrado a una estructura de madera en su primera aparición, ‘La balada del mar salado’, del maestro Hugo Pratt.
Los autores proponen una historia muy correcta, no arriesgando en su propuesta pero con un ritmo bien marcado, que se intensifica en el momento justo que debe hacerlo, es decir, Canales vuelve a demostrar, como en los tomos anteriores, que le tiene bien tomado el pulso narrativo a la serie.
En la introducción al relato que encontramos al iniciar el tomo, escrita por el mismo Canales, este nos comenta que la trama toma como referentes a Robert Louis Stevenson o Jack London, autores de cabecera para Hugo Pratt, pero también incorpora retazos de Calderón de la Barca, del cual el autor confiesa ser un ferviente admirador, en especial de la obra ‘La vida es sueño’.
Veremos al intrépido marinero divagar por el sudeste Asiático y el mar de Tasmania junto a Rasputín, ambos con la misión de rescatar a Calaboose, príncipe heredero de la isla de San Eugenio, isla en la que se tejen conspiraciones en el seno de su propia familia. La relación con Rasputín, de amistad en un principio, pasa a ser colaboracional y como cabe esperar se va resquebrajando poco a poco. La villanía de uno y la rectitud del otro, hará de esta, una relación imposible.
La secta de los monjes, dominadores de las islas, personajes como ‘La sirena’ o Cráneo hacen más entretenida la trama, llegando por momentos a interesarte más por lo que sucede con ellos que por el propio Corto, que al fin y al cabo, todo lector conocedor de la serie de Pratt, sabe cómo acabará.
En el apartado gráfico, Rubén Pellejero hace un trabajo excepcional, respetando la serie original pero aportando cada vez más, demostrando una gran soltura en el trazo. Las primeras páginas del álbum en especial me han parecido de una belleza impresionante. La narración de las imágenes no tiene pega, viéndote envuelto en un halo de melancolía.
Pero a pesar del buen trabajo de Pellejero, y supongo que por la falta de riesgo comentada al principio, este álbum me ha parecido un escalón por debajo de los anteriores, aunque en absoluto desmerecedor de la obra, ya que tiene, a mi modo de ver, un altísimo nivel. Lo que ocurre, es que los anteriores me parecieron simplemente maravillosos.
Corto Maltés, pirata y caballero, defensor del oprimido, soñador empedernido, misterioso truhán.