"Lo que más me gusta son los monstruos" es una obra que ha ganado prácticamente todos los premios del mundo del cómic, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Tanto el Eisner como el Ignatz, el Festival de Angoulême o en Premio del Salón del Cómic de Barcelona.
Una obra así, está claro que algo debe tener para que todo el mundo hable de él de una manera tan positiva. Las expectativas son muy altas. Esperas leer algo que te fascine, que sea distinto a todo lo que has leído antes, que te sorprenda. Y lo hace.
Lo más llamativo es el dibujo. La edición simula un cuaderno escolar, con hojas milimetradas o con líneas y agujeros para las anillas, sobre los que se plasman los dibujos a bolígrafo de una niña que encuentra en el arte una vía de escape para la dura realidad que vive en el Chicago de finales de los sesenta. Unos dibujos, unas veces poco más que bocetos, pero otras en cambio dotados de un detalle y una viveza tremenda, especialmente cuando reproduce portadas de revistas o cuadros del museo. Es una maravilla.
En cuanto a la historia, no desmerece en absoluto al dibujo. Nos muestra por una parte como es el día a día de nuestra protagonista y su familia, y por otro lado las vivencias de Anka, la vecina de arriba, que nos narra su infancia y juventud en la Alemania nazi.
En definitiva, es un relato profundo, en el que cuesta parar de leer y separarse de unos dibujos tan particulares como magníficos. Merece cada uno de los premios y alabanzas que ha cosechado.