Todos reconocemos inmediatamente el hongo provocado por la explosión de la bomba atómica, que recoge la portada del cómic, y del que se cumple ahora el aniversario. El 6 de agosto de 1945 Little boy fue arrojada sobre Hiroshima y Fatman sobre Nagasaki, tres días después. Pero ¿quién tomó la decisión de lanzar finalmente la bomba? ¿de quién fue la iniciativa de construirla? ¿pudieron los nazis llegar a fabricar una? ¿fue determinante el rechazo de Japón al ultimatum dado por EEUU?
Este cómic desgrana las circunstancias que culminaron en la construcción de la bomba atómica, una sucesión apasionante de acontecimientos, muchos de ellos desconocidos para el gran público: el gran peso de los científicos europeos emigrados por el auge de Hitler, la dificultad de reunir la cantidad de uranio necesaria, la ignorancia generalizada sobre las verdaderas implicaciones y dimensiones del proyecto o los posibles efectos físicos derivados de la radiación o los hilos políticos y diplomáticos que se movieron, en un momento efervescente para EEUU, con la construcción del Pentágono y un recién Harry Truman elevado a presidente.
El verdadero protagonista del cómic es Uranio que, como una voz amenazante e intrigante, fluye por todas las páginas, esperando su momento de saltar al primer plano, que se precipita el 7 de diciembre de 1941, cuando los japoneses atacan Pearl Harbor y Estados Unidos entra en la guerra. A partir de ahí empieza la cuenta atrás para la construcción de la bomba más destructiva jamás imaginada. Ya no importan los debates sobre si debe estar la ciencia al servicio de la guerra o la guerra al servicio de la ciencia.
El tema es apasionante, la historia te atrapa, con un ritmo cada vez más acelerado, con unos diálogos muy fluidos, muy creíbles, con mucha gracia y muy documentados. Los dibujos son también muy buenos, muy dinámicos, con unas ilustraciones muy expresivas y muy cinematográficas, excelentes retratos y viñetas espectaculares sobre lugares emblemáticos, como el Centro de investigación científica de Los Álamos, y momentos trascendentes, como los ensayos de las primeras reacciones en cadena.
Después de su lectura sabemos, por ejemplo, que desde Postdam se envió a Tokio un mensaje exigiendo la rendición, pero la decisión de lanzar la bomba en realidad estaba ya tomada. Uranio apareció al fin en escena: ciudades devastadas, edificios arrasados, objetos derretidos, supervivientes que son auténticos muertos vivientes, personas calcinadas o simplemente desintegradas, como aquella que estaba sentada en unos escalones, cuya sombra ha obsesionado a Didier Alcante. Impactado por las huellas todavía visibles de los efectos de la bomba, decidió dedicar todos tus esfuerzos a la elaboración del cómic, a investigar cómo se pudo llegar a ese momento que cambió la Historia. El esfuerzo que ha hecho se intuye titánico y merece la pena recorrer con él, paso a paso, tan dramático y, en realidad, poco conocido camino.