Es llamativo encontrar juntos en una obra a Goya, Henri Rousseau y Van Gogh. Son los protagonistas de las tres historias que componen este volumen, muy informal, divertido, con guiones ligeros y dibujos alegres, coloristas, dinámicos, enfoques muy cinematográficos y perspectivas imposibles, dirigido sobre todo a un público juvenil. Pero no pretende ser una obra didáctica ni mucho menos histórica. Al contrario, parte de lo que nunca debería plantearse un historiador: los futuribles, “qué habría pasado si”… En el primer caso, si Goya hubiese vivido en el presente, en un mundo dominado por la imagen y hubiera tenido que enfrentarse a todos sus soportes y formatos o a pintar en un ordenador.
La siguiente historia, “La manzana de Douanier”, en cambio, tiene el propósito de ser “la historia más surrealista jamás contada”. Y, desde luego, lo consigue. Recrea la “selva psicodélica” de Rousseau, una suerte de Paraíso en el que igual nos topamos con Adán y Eva que con Arcimboldo.
La última historieta es la más convencional, basada en la mítica oreja de Van Gogh. Recoge algunos capítulos de la vida del holandés, de Gauguin y de los pintores del París de la época, recreando en las pequeñas viñetas los cuadros más representativos de Van Gogh y sus vivos coloridos.
En resumen, tres historias muy distintas en cuanto a planteamiento y guion, que tienen en común su carácter desenfadado, apostando por la parte más divertida de la Historia. Sus autores no están interesados en pintar lo que “sabemos que pasó”, sino lo que nos imaginamos que podría pasar o haber pasado. Ejercicio muy ocurrente que enseña a pensar, porque muchas veces la Historia no se trata de enumerar datos sino de relacionar acontecimientos, personajes… y para eso se necesita cierta amplitud de miras y un poco de imaginación, para explorar posibilidades que de otra manera pasarían desapercibidas.