Las brujas son un tema siempre sugerente. A medio camino entre la historia y la leyenda, entre lo mundano y lo sobrenatural, admite casi cualquier enfoque. Aunque, por otro lado, ha sido un tema tan tratado que es difícil aportar algo original y escapar a los tópicos. Desde luego, en este cómic están todos: el bosque, el aquelarre, el macho cabrío, las escobas, las orgías y, por supuesto, el mismo diablo en persona, todo ambientado en una típica localidad americana de clase media, donde también aparece el sheriff o la fiesta de bienvenida a los nuevos vecinos, con su tarta correspondiente, donde la vida transcurre aparentemente apacible pero, como no podía ser de otro modo, se ocultan muchos secretos. Todo nos resulta familiar, en principio.
Pero hay que ir más allá de esta fría presentación. Las brujas son sólo una excusa para conocer al escritor Jack Kurtzberg, personaje atormentado por la muerte, por los recuerdos, por la fama y por una vida superficial que le lleva al vacío, un vacío tan grande “que comienzas a buscar tu propia alma en ese pasado que ya se fue hace mucho”. Pero Jack cuenta con un arma invencible, ancestral y telúrica, más fuerte que la magia: el poder de la palabra y la imaginación, de su fuerza generadora y creadora. Al final, las historias que contamos, las que nos creemos, lo que imaginamos y soñamos, lo acabamos convirtiendo en cierto. Cada uno da un sentido a la realidad a través de un relato coherente que se acaba convirtiendo en la realidad misma. Es el “impulso creativo de lo imaginal.
El Torres, de los pocos guionistas que sigue publicando historias pensadas específicamente para el mercado americano, vuelve al género de terror, después de El Velo, El bosque de los suicidas y Tambores. El mal, “que, sin tú saberlo, te ha consumido poco a poco” toma esta vez forma de aquelarre, de la noche de Walpurgis, ya inmortalizada por Goethe en Fausto. El dibujo, a pesar de estar realizado por dos autores distintos, queda coherente, unificado y contribuye a crear esas atmósferas de irrealidad, donde toma forma lo sobrenatural, algo que siempre es un reto para un dibujante.
Así va tomando forma una historia entretenida, donde es difícil separar la realidad y la ficción, porque no hay un límite definido. Al fin y al cabo, el auténtico terror está siempre en nuestra mente, que es la verdaderamente capaz de generar ideas e imágenes aterradoras de las que no podemos escapar.