Ya el propio Fellini nos regaló un adelanto de su visión de la Ciudad Eterna en su propia película, Roma, de 1972. Por su parte, Ettore Scola, también dibujante, director y debutante en la revista satírica Marc’Aureli estrenó en 2013 el documental “¡Qué extraño llamarse Federico!”, reivindicando la trayectoria vital del maestro y la ciudad. En la misma línea, Tyto Alba aporta otra perspectiva a esta relación. En el cómic, muy bien documentado, Fellini se pregunta: “¿qué era antes Roma para mí?” Y se responde: es “la gran madre”, una ciudad acogedora, que siempre sorprende, que siempre tiene algo nuevo que ofrecer y le transmite esa paz de la que anda necesitado. Roma es la urbe que le enamoró cuando llegó con 19 años desde su Rímini natal. En Roma, quizá por las ruinas que aparecen a cada paso, por el arte que se respira en cada esquina, por la vida efervescente de sus calles, descubrió que “hay otro espacio, otro ritmo, otra sensación del tiempo”.
Para transmitirlo, partiendo de los paseos nocturnos del maestro provocados por su insomnio, comienza el juego que mezcla realidad y fantasía, pasado y presente, recuerdos y sueños, anécdotas y todo tipo de personajes que se cruzaron en la vida de Fellini. Una suma de pinceladas que trazan el cuadro de lo que fue la vida de uno de los grandes cineastas italianos. A su lado, casi siempre, su inseparable Giuletta Masina, con quien se casó en 1943. Pero también Mastroianni, Rossellini, Jung, Liliana Betti, Aldo Fabrizi… y como escenario siempre la capital italiana, sus calles, sus plazas o ese Teatro 5 de Cinecittà donde rodó prácticamente todas sus películas.
Una estancia en la Real Academia de España en Roma ofrece a Tyto Alba la posibilidad de conocer en profundidad la ciudad y eso se trasluce en las vistas de los rincones más reconocibles: El Panteón, la estatua de Marco Aurelio, la plaza de España, la Fontana de Trevi, la Villa Medici o San Pedro, “con su ligereza intemporal característica”, evocando “ese aire de tranquilidad profunda”. También Tyto Alba dio sus primeros pasos profesionales como pintor, pasando después al cómic, al periodismo y al cine a través de cortometrajes para finalmente saltar al mundo del guión. Ha trabajado ilustrando guiones ajenos como de Katrin Bacher o incluso libros, como Un regalo de Navidad de Stevenson y, ya en solitario, La casa azul sobre Frida Kahlo y Chavela Vargas o La vida, sobre la relación entre Carles Casagemas y Pablo Picasso.
Conocedor y admirador del ganador de cinco Oscar (uno a la carrera), en sus viñetas se esconden guiños a La dolce vita, Ocho y medio o Amarcord. Tyto Alba ofrece así su homenaje al director de obras maestras como Las noches de Cabiria o La strada, para el que “el cine era una especie de rito, era como ir a la iglesia”.