En muchas culturas se tiene la creencia de que el nombre otorga connotaciones “mágicas”, Antonio Navarro como autor completo profundiza en esta idea, regalándonos una obra muy especial, donde sus homónimos son los protagonistas.
Sin nombre no somos más que un sujeto, un algo indefinido. Cuando hablamos de una persona como “aquel” o “aquella”, no le damos una definición específica, incluso nombrándolo de esta manera, puede llegar a resultar ofensivo. Sin embargo, cuando hablamos de una persona por su nombre, lo estamos definiendo. Su nombre nos indicará muchas más cosas de las que realmente podemos pensar en un inicio, origen, cultura, política o aficiones de sus padres. No es extraño pensar pues, que el nombre puede definir nuestro carácter desde muy temprana edad.
En el epílogo, Antonio Navarro, nos explica que la idea de esta obra, surgió de un gesto tan común como teclear su nombre en el buscador de internet, algo que la gran mayoría hemos realizado alguna vez.
Así pues, la obra comprende un conjunto de historias que tienen más puntos en común de lo que nos pueda parecer en un inicio, observando así a los diferentes personajes cruzarse en viñetas de sus respectivas historias. Antonio Navarro es un sindicalista de la CNT en la guerra Civil Española, Antonio Navarro es un judío que esconde su nombre en la España de los Reyes Católicos, Antonio Navarro es un ex-militar de la dictadura Argentina o un niño que sueña con ser dibujante de cómics.
Al inicio de la obra y al finalizar cada capítulo, nos encontraremos con dos seres extraños, dos seres que trascienden de nuestro plano, encargados de archivar las vidas que se apagan en forma de libros biográficos. Estos seres, parecen formar parte de algo superior e intangible, parecen forman parte de ese hilo invisible que nos dirige hacia nuestro destino.
En el apartado gráfico la obra gana muchos enteros, Antonio Navarro utiliza una gran variedad de registros dignos de mención y alabanza, e incluye homenajes a personajes tan dispares como “Pepe Gotera y Otilio” o Titín.
Para finalizar, felicitar al autor por su valentía, aunque mi afinidad por las historias relatadas en la obra no haya sido como la de muchos otros aficionados, si he podido reflexionar sobre su propuesta y disfrutar de su arte. Desde estas líneas, aliento a Antonio Navarro para que continúe por este camino, experimentado y ofreciéndonos obras de este calibre, obras atrevidas, que se salen de lo convencional y que se adentran en aspectos poco explorados de la vida.
También aprovecho para felicitar a Norma Editorial por su línea de edición propia, tan importante para todos los autores conocidos y desconocidos del panorama nacional. Sabemos que el mercado es pequeño, pero es un mercado en expansión, que poco a poco se va afianzando y otorgando el lugar que se merece al noveno arte. Sin la ayuda de editoriales valientes como Norma, esto no sería posible.