Reseña de Buyan, la isla de la muerte

por Tata | 24 de junio de 2024
Buyan, la isla de la muerte es una novela gráfica inspirada en una de las clásicas leyendas rusas, la isla mágica de Buyan. En la rica y poco conocida mitología eslava, es el nombre dado a una misteriosa isla que aparece y desaparece, hogar de los vientos Norte, Este y Oeste, además de seres mágicos como el gamayun, con el cuerpo de pájaro y cabeza de mujer, guardián de la sabiduría. Es el lugar en el que Koschei el inmortal escondió su alma y sede de la piedra Alatyr, que marca el centro del mundo.

El contexto histórico también es muy interesante. Se desarrolla en el siglo XIII, en las estepas asiáticas, sobre las que se ciernen los caballeros teutónicos por el oeste y la Horda de Oro de Batu Khan por el este. El nieto de Gengis Khan logrará la caída de la Rus de Kiev en manos de los mongoles y llegará hasta las puertas de Europa.

En medio de este caos, Martin y Xabier Etxeberria nos presentan a dos hombres totalmente opuestos: por un lado, el gran príncipe Alexander Nevsky, un hombre fuerte que busca la gloria y que intenta defender Novgorod, el gran puerto del Báltico. Por otro, Maansi, un nenet siberiano, que se dirige a Buyan tras los pasos de su difunta esposa. Uno se vale de sus bogatyrs, poderosos guerreros. El otro, de su inseparable perro y, al mismo tiempo, espíritu protector. Uno se siente respaldado por un todavía débil cristianismo, mientras que el joven nómada reconoce a los antiguos dioses y sigue el rastro de las aves que, igual que ocurre en Occidente, se piensa que acompañan a las almas hacia el Más Allá. “Hay quien no puede vivir porque otros no han vivido pero también hay quien no puede morir porque otros no han muerto”. Es la encrucijada a la que se enfrentan.

En la historia, nos encontramos a Simargi, dios eslavo del fuego y la fertilidad, que toma la forma de un inmenso lobo volador, adorado en la Rus de Kiev junto con Perum, dios de la guerra y el trueno, o Mocosh, la Gran Madre. Pero Novgorod y los demás principados rusos adoptaron el cristianismo, los gobernantes demolieron los templos de las divinidades arcaicas y arrojaron sus estatuas al río. “Nuevos dioses entierran a viejos dioses”, pero también nuevos reyes entierran a antiguos reyes. Los días de grandeza de Novgorod han llegado a su fin. No deja de ser un cómic de aventuras, que une lo mágico con lo real, lo histórico y lo legendario, con personajes auténticos y benevolentes y otros crueles. Viñetas limpias, dominadas por tonos fríos, desangeladas, de una tundra donde “todo es de una única manera, la nieve y el viento, todo blanco, todo igual”.

Martin Echeverria y Xabier Echeverria tienen una larga trayectoria en literatura infantil, también han trabajado como guionistas para televisión, aunque esta es su primera novela gráfica. Aritz Trueba, por su parte, es un dibujante de cómics que ha participado en numerosos proyectos de animación e ilustración. Juntos se han embarcado en el arriesgado viaje a Buyan, que podría hacer referencia a una isla real, la isla de Rügen, hoy perteneciente a Alemania, situada en el mar Báltico, muy importante desde tiempos antiguos. En tiempos más modernos ya fue resucitada por Alexandr Pushkin, en "El Cuento del Zar Saltan y de la bella princesa cisne", que inspiraría una ópera de Nikolai Rimsky-Korsakov del mismo nombre en 1900. Todos ellos excelentes y memorables intentos por que los viejos dioses no mueran.
Reseña realizada por Tata
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