En una sociedad de consumo como la nuestra es un sano ejercicio leer a Thoreau: “La forma en que la mayoría de los hombres se gana la vida no es más que una manera de buscar fortuna y de esquivar el verdadero sentido de la existencia”. Se inspira, entre otros, en el griego del s. V a.C. Diógenes de Sinope, que propone no crearse falsas necesidades, sino sobrevivir sólo con lo necesario y hacer que prevalezca el “ser” por encima del “tener”.
Le Roy presenta a un Thoreau cambiante y complejo, siempre aprendiendo, de la naturaleza, de los indios, de los libros, pero no aislado en su mundo, sino muy atento a lo que sucede a su alrededor, colaborando con los abolicionistas, practicando una resistencia pasiva, o activa en algunas épocas. Como escritor, utiliza un lenguaje poético, para describir la belleza de los bosques en los que vive. Como filósofo, valora el pensamiento budista e hinduista mientras recela del judaísmo y su sentimiento de culpa, siempre basado en la moralidad. Sus ideas políticas cuestionan la relación entre el individuo y el Estado y cómo uno puede rebelarse ante un gobierno que no le representa, como es el caso del de los Estados Unidos: presume de ser un país libre pero un sexto de la población permanece en la esclavitud. En general, lanza unas ideas innovadoras para la época y hoy es reivindicado por ecologistas, antimilitaristas, libertarios, anticolonialistas, activistas antiglobalización y todos aquellos que luchan contra la opresión y la injusticia.
En el cómic, esto se traduce en un dibujo sencillo, de páginas enteras sin un solo cuadro de texto, equivalente al silencio imprescindible para la meditación. Se impone el dibujo y el color y la representación de la naturaleza. De hecho, tratando de vivir de forma consecuente con sus ideas, Thoreau se propuso, en 1845, vivir solo, a orillas del lago Walden, intentando comprender dónde se encontraba lo esencial de la vida y al margen de una sociedad obligada a asistir “al teatro para entretenerse". La conclusión de esta experiencia fue que si uno apuesta por conseguir sus sueños, el mundo colabora para que los realice.
Al final del volumen, una entrevista a Michel Grangel, profesor de literatura americana, aclara varios conceptos de la vida del protagonista, que murió en 1862 sin ver oficialmente abolida la esclavitud (1885). Pero dejó su legado: disponemos de nuestra palabra para luchar contra el mundo.