Reseña de La estatua de la libertad. El sueño de Bartholdi

80 páginas. Álbum cartoné
por Tata | 13 de octubre de 2025
Hoy la Estatua de la Libertad es un icono reconocible a nivel mundial, el símbolo del país más poderoso del planeta y, en última instancia, una representación de, nada más y nada menos, la Libertad, la aspiración de cualquier ciudadano de las democracias occidentales. Pero es sorprendente descubrir en esta obra su génesis: que en realidad fue un regalo del pueblo francés al pueblo estadounidense, para conmemorar su Declaración de Independencia, cómo se tuvo que recurrir a lo que hoy llamaríamos “crowdfunding” entre los más humildes para poderla financiar, ante la indiferencia de magnates y políticos, cuándo se eligió el lugar en el que descansa, y, sobre todo, de quién fue la idea de construir la que sería, en ese momento, la estatua más grande del mundo levantada en los últimos cientos de años: La Libertad iluminado el mundo.

Por las páginas del cómic desfilan ilustres personajes que pasarían a la Historia por sus hazañas, como el ingenioso periodista Pulitzer, Ferdinand de Lesseps, responsable de la construcción del Canal de Suez, el controvertido arquitecto Viollet-le-Duc, restaurador del gótico francés, a su manera, o el presidente americano Ulysses S. Grant, que condujo al Ejército de la Unión a la victoria en la Guerra Civil estadounidense. Todos ellos estuvieron más o menos implicados con la Estatua. Pero la idea, la iniciativa y el tesón, mantenido a lo largo de años, para concluirla, fueron de Frederic-Auguste Bartholdi, un joven escultor de provincias que se ganaba la vida en París aceptando pequeños encargos. Pero que soñaba a lo grande.

Consiguió hacerse con el lugar que quería, la que era la puerta de entrada de los europeos al nuevo continente, en busca de oportunidades y vidas mejores. Consiguió resolver los problemas técnicos de tan inmenso proyecto, con ayudas como la de Eiffel y, sobre todo, consiguió, incansable, el dinero necesario, con las más inverosímiles técnicas de recaudación. Consiguió realmente unir para su idea a los pueblos a ambos lados del Atlántico en el que fue el proyecto de toda una vida y que acabó convirtiéndose en el símbolo de los nacientes Estados de Norteamérica.

En el cómic aparece muy bien reflejado el contexto histórico: la independencia de los Estados Unidos resulta inspiradora en Europa, donde están en pleno auge los ideales de la revolución francesa: Libertad, igualdad, fraternidad. Bartholdi concibe la idea de una escultura que hermane el pueblo francés y americano, bajo el amparo de la tan deseada Libertad. Aunque también es consciente de las contradicciones de su época, de un colonialismo en pleno auge, una esclavitud encubierta y una emergente burguesía capitalista que en realidad solo busca su propio beneficio. Mientras, en Francia, Napoleón III, primero presidente de la Segunda República y después como emperador del Segundo Imperio, buscó incrementar su influencia en el mundo, pero terminó chocando con la Prusia de Bismarck. De hecho, Colmar, ciudad natal de Bartholdi, en Alsacia, pasó de manos francesas a alemanas y viceversa en varias ocasiones.

Salva Rubio, que se ha dedicado a distintos géneros y formatos, se va especializando en obras de carácter histórico, como El Fotógrafo de Mauthausen o La Bibliotecaria de Auschwitz y ha trazado las biografías de Viollet-Le-Duc, El primer Dumas o distintos pintores impresionistas, como Manet o Degas. Se pone de relieve en la abundante documentación utilizada, que se detalla en un dossier final. En este caso, el guionista contaba con los propios diarios que Bartholdi escribió en sus viajes a América, en los periódicos de la época, las memorias de Eiffel o en las resoluciones gubernamentales americanas. El dibujo, de la mano de Eduardo Ocaña, tiene planos muy cinematográficos que le dan mucha agilidad al guión. Se encuentra con la dificultad de representar escalas tan diferentes, para el que el lector pueda hacerse una idea de las dimensiones de la Estatua. Ambos autores repiten, ya que habían trabajado juntos también en La resurrección de Notre Dame, con notable éxito.

Al final, la Estatua no sólo es un homenaje a los ideales de un pueblo, sino también a la genialidad, el trabajo, la ilusión y la tenacidad de un hombre individual, incansable, que está detrás de un proyecto faraónico, Bartholdi, “el hombre que se atrevió a soñar con lo imposible".
Reseña realizada por Tata
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