Todos tenemos nociones de la edad dorada de Hollywood, del funcionamiento de los grandes estudios, del apogeo del star-system, de los cambios que supuso la llegada del sonido y su sincronización con la imagen, en la década de los 30. Pero La sonrisa de Greta cuenta un episodio poco conocido de la historia: la contratación de docenas de actores y guionistas españoles, que viajaron a Estados Unidos, para versionar al español las producciones originales.
El protagonista, Gabrielín, evoluciona al mismo ritmo que el cine y los acontecimientos. Es pequeño mientras el cine está en pañales, en una España rural y atrasada a la que apenas llegan unas imágenes en movimiento proyectadas por un linternista itinerante. Pero el cine avanza rápido, sobre todo en EEUU. Se convierte en una industria sólida y brillante, cuyos destellos llegan a Europa en forma de actores de éxito, como Tony Moreno o Greta Garbo. Siempre con gesto serio y distante, Ninotchka se promocionó bajo la promesa «¡La Garbo ríe!». La famosa sátira contra la absurda rigidez soviética de Ernst Lubitsch pasó bien la censura franquista. Aún se podía parodiar el comunismo, antes de que el mccarthismo persiguiera de forma implacable cualquier alusión soviética o remotamente comunista por parte de la industria cinematográfica de Hollywood.
Pero la creciente inestabilidad política desembocará en enfrentamientos armados, primero en España, luego en el resto de Europa, y dejará un reguero de muerte. La evasión del cine y la necesidad de magia e ilusiones serán más necesaria que nunca. Y el cómic narra cómo la sonrisa de la Garbo se puede llegar a convertir en el mejor bálsamo en momentos tan difíciles como los de una posguerra.
El dibujo de Siscu Bellido es muy limpio, muy bonito, con viñetas que son auténticas obras de arte, de enorme detalle y un rigor documental destacable que, en el mismo blanco y negro del cine clásico, evocan sus películas. Luis Recasens, humorista gráfico, ilustrador y guionista, ya había trabajado sobre los comienzos del cine en otras obras, como los relatos de El linternista vagamundo y otros cuentos del cinematógrafo (2011) o Pasen y vean, con inteligencia, ironía y verosimilitud.
Al final, el cómic está dedicado a la ficción, al artificio, en forma de teatro, de fantasmagorías o de la poderosa industria del cine, en una época en que empieza a descubrir su potencial. La Historia condensada en una vida sometida al contraste, entre las fantasías del cine y la realidad de una guerra, entre la existencia despreocupada de una estrella y la de un maqui obligado a matar o a morir.