Con el viento cálido y húmedo que sopla desde el Atlántico llegan rumores de la otra orilla. Rumores de bailes, de amores, de naufragios y vuelven una y otra vez los fantasmas del pasado. Los trae el “ardalén” y engaña nuestra percepción y nuestra memoria. Y es que, con los años, las fechas, las caras y los acontecimientos se difuminan, se diluyen, se confunden y desaparecen. El cómic es sobre todo un libro de recuerdos, de cómo moldear con ellos nuestra identidad, para dar sentido a nuestra vida, frente a uno mismo y frente a los demás. “Hay que cuidar los recuerdos, porque son la vida de cada uno", porque son los ladrillos con los que construir nuestra propia historia y decidir quiénes somos.
En un guión muy elaborado, se mezclan la vejez, la soledad, la nostalgia, los recuerdos de unos hombres y de una generación que trató de hacer fortuna y empezar una nueva vida al otro lado del océano, con la ilusión de encontrar nuevas oportunidades. El problema es que tuvieron que elegir entre lo que se dejaba atrás y lo que pudiera aguardar en una nueva vida que, muchas veces, no resultaba ser como se había imaginado. Hoy los problemas son otros, las dificultades de los pueblos abandonados frente a las ciudades, casas y personas aisladas y olvidadas, un ritmo de vida lento frente al frenético de los nuevos tiempos.
Por eso se agradece una reflexión sobre la belleza de los universos imaginarios que suscita el mar, un espacio de libertad y posibilidades. Y sobre el tiempo, que a veces no es lineal, sino que presente y pasado se entremezclan. O sobre el azar y cómo reúne a personas que se necesitan. O sobre los recuerdos y las personas que, aunque lejanas, nunca nos abandonan. “Siempre sospecho de la memoria perfecta, porque no existe tal cosa", leemos en sus páginas.
En conjunto, la obra del reconocido y laureado Miguelanxo Prado, Premio Nacional del Comic en 2013, es un auténtico homenaje al mar. El océano aparece siempre presente en sus obras, como un personaje más, que influye, interactúa con los demás, de forma inconsciente. Son historias poéticas, como Trazo de Tiza, cargadas de simbolismos, en las que predomina un tono melancólico y en las que se diluye el límite “entre lo tangible y lo posible”. Con esa forma tan característica y maravillosa de dibujar, se mezclan las viñetas de los tonos turquesa del mar con los ocres de la tierra, de la misma forma que ardalén arrastra el agua el océano hacia el interior y, con ella, innumerables historias.